El pecado está en no haber creído en mí dijo Jesús a sus discípulos

El pecado está en no haber creído en mí dijo Jesús a sus discípulos

Evangelio según San Juan 16,5-11

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: ¿A dónde vas? Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.

El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.

Comentario del Evangelio

Con la Pascua se produce una transformación radical en la relación de Jesús con los discípulos. Se hace más fuerte y radical. Los discípulos se aproximaron a este misterio como lo hacemos nosotros. Tanteando, sin ver claro, sin percibirlo bien. Con todo, Jesús explica el misterio que acontece en nosotros. Viviremos la fe pascual no como una relación interrumpida y fracasada, sino como una relación que nos renueva, nos potencia, nos vivifica por dentro.

Para que eso suceda, Jesús envía el Paráclito a sus discípulos. Es el Espíritu defensor, el Espíritu de la verdad, el Consolador, el Recreador. El mundo no es un lugar vacío de Dios, sino el espacio donde ese encuentro se celebra continuamente bajo la fuerza y presencia del Espíritu Santo.

Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,22-34

La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran. Después de haberlos golpeado despiadadamente, los encerraron en la prisión, ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado.

Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les sujetó los pies en el cepo. Cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios, mientras los otros prisioneros los escuchaban. De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los cimientos de la cárcel, y en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron.

El carcelero se despertó sobresaltado y, al ver abiertas las puertas de la prisión, desenvainó su espada con la intención de matarse, creyendo que los prisioneros se habían escapado. Pero Pablo le gritó: “No te hagas ningún mal, estamos todos aquí”.

El carcelero pidió unas antorchas, entró precipitadamente en la celda y, temblando, se echó a los pies de Pablo y de Silas. Luego los hizo salir y les preguntó: “Señores, ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación?”. Ellos le respondieron: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia”.

En seguida le anunciaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. A esa misma hora de la noche, el carcelero los atendió y curó sus llagas. Inmediatamente después, fue bautizado junto con toda su familia. Luego los hizo subir a su casa y preparó la mesa para festejar con los suyos la alegría de haber creído en Dios.

Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.

y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.

y tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!

Poesía de santa Teresa Benedicta de la Cruz  Pentecostés 1937 “…os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito.”

¿Quién eres, dulce luz que me inundas
alumbrando las tinieblas de mi corazón?…
¿Eres Tú el Arquitecto que construye la catedral eterna,
que se levanta de la tierra hasta el cielo?
Animadas por Ti, se yerguen las columnas a las alturas
cimentadas, firmes, inamovibles (Ap 3,12).
Marcadas con el nombre del Dios eterno
buscan la luz, sostienen la cúpula
que corona y perfecciona el edificio,
tu obra que abarca al mundo entero:
¡Espíritu Santo – mano creadora de Dios!…

¿Eres Tú el dulce cántico de amor,
del temor santo
que resuena en el trono de la Trinidad (Ap 4,8),
en unión esponsal con todo lo que es?
la melodía jubilosa, al unísono
que conduce cada miembro hacia la Cabeza (Ef. 4,15),
donde cada ser recobra el sentido misterioso de si mismo
y jubiloso se derrama
en corriente libre, desligada:
¡Espíritu Santo – júbilo eterno!

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