El mismo David lo llama Señor

El mismo David lo llama Señor

Evangelio según San Marcos 12,35-37

Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: ¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. Si el mismo David lo llama Señor, ¿Cómo puede ser hijo suyo? La multitud escuchaba a Jesús con agrado.

Comentario del Evangelio

A veces desconfiamos de las multitudes. Nos parece que son superficiales y que van de un lado para otro sin rumbo fijo al albur de los vientos y de las modas. Pero Jesús pasó mucho tiempo enseñando a las multitudes. Nos podemos preguntar por qué. Quizá porque Jesús sabía sintonizar con esa profunda sed de verdad que existe en esas multitudes desclasadas. Se conmovía cuando las veía en búsqueda, sin un líder, con rumbo incierto, como ovejas sin pastor. Además, hay otro elemento que los discípulos de Jesús no deben olvidar: muchas veces las multitudes son más capaces que nosotros de alegrarse con las palabras de Jesús. Le escuchan con gusto. Mientras tanto, parece que nosotros tenemos los oídos embotados.

Lecturas del dia

Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 3,10-17

Tú, en cambio, has seguido de cerca mi enseñanza, mi modo de vida y mis proyectos, mi fe, mi paciencia, mi amor y mi constancia,
así como también, las persecuciones y sufrimientos que debí soportar en Antioquía, Iconio y Listra. ¡Qué persecuciones no he tenido que padecer! Pero de todas me libró el Señor.

Por lo demás, los que quieren ser fieles a Dios en Cristo Jesús, tendrán que sufrir persecución. Los pecadores y los impostores, en cambio, irán de mal en peor, y engañando a los demás, se engañarán a sí mismos. Pero tú permanece fiel a la doctrina que aprendiste y de la que estás plenamente convencido: tú sabes de quiénes la has recibido.

Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien.

Salmo 119(118),157.160.161.165.166.168

Son muchos los que me persiguen y me oprimen,
pero yo no me desvié de tus prescripciones.
Lo primordial de tu palabra es la verdad,
y tus justos juicios permanecen para siempre.

Los poderosos me persiguen sin motivo,
pero yo temo únicamente tu palabra.
Los que aman tu ley gozan de una gran paz,
nada los hace tropezar.

Yo espero tu salvación, Señor,
y cumplo tus mandamientos.
Yo observo tus mandamientos y tus prescripciones,
porque tú conoces todos mis caminos.

Sermón de san Ambrosio (c. 340-397)   El mismo David lo llama Señor

¡Estate atento al misterio de Cristo! Nació del seno de la Virgen a la vez Siervo y Señor; Siervo para obrar, Señor para mandar a fin de enraizar en el corazón de los hombres un Reino para Dios. Tiene un doble origen pero es un solo ser. No es distinto el que viene del Padre al que viene de la Virgen. Nacido del Padre antes de todos los siglos, es el mismo que tomó carne en el transcurso del tiempo. Por eso es llamado Siervo y Señor: por nuestra causa, Siervo, pero a causa de la unidad de la sustancia divina, Dios de Dios, Principio del Principio, Hijo en todo igual al Padre, su igual. En efecto, el Padre no engendra un Hijo extraño a Él mismo, este Hijo del cual declara: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3,17)…

El Siervo conserva en todo los títulos de su dignidad. Dios es grande y es grande el Siervo; al venir en la carne,no pierde esta grandeza que no tiene límites» (sl 144,3)… El cual, «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de Siervo» (Flp 2,6-7)… Es, pues, igual a Dios como Hijo de Dios; tomó la condición de Siervo al encarnarse; «gustó la muerte» (Hb 2,9), él, cuya «grandeza no tiene límites»…

¡Cuán buena es esta condición de Siervo que nos ha hecho libres! ¡Sí, cuán buena es! Le ha valido «el nombre que está por encima de todo nombre»! ¡Cuán buena es esta humildad! Ha obtenido que «al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 10-11).

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