El Hijo del hombre es dueño también del sábado

El Hijo del hombre es dueño también del sábado

Evangelio según San Marcos 2,23-28

Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le dijeron: ¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido? El les respondió: ¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes? Y agregó: El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado.

Comentario del Evangelio

Podemos imaginar el impacto de estas palabras de Jesús en una sociedad que había hecho del reposo sabático una de sus expresiones religiosas fundamentales. Pero la realidad es que nuestras tradiciones no son un absoluto. Jesús reconducía todo siempre a la intención original de Dios. Ocurre que, muy rápidamente, las tradiciones que comenzaron siendo mediaciones e instrumentos para relacionarse con Dios, se convierten en fines en sí mismas, olvidando lo esencial. “El sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. Jesús privilegia siempre la vida e insiste en el valor de la persona. Un valor que es necesario recuperar frente a una religión organizada como una máquina de exclusión.

Lecturas del día

Primer Libro de Samuel 16,1-13

El Señor dijo a Samuel: “¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey”. Samuel respondió” “¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará”. Pero el Señor replicó: “Llevarás contigo una ternera y dirás: ‘Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor’. Invitarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que debes hacer: tú me ungirás al que yo te diga”. Samuel hizo lo que el Señor le había dicho. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a su encuentro muy atemorizados, y le dijeron: “¿Vienes en son de paz, vidente?”. “Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio”. Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.

Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: “Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido”. Pero el Señor dijo a Samuel: “No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón”. Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: “Tampoco a este ha elegido el Señor”. Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: “Tampoco a este ha elegido el Señor”. Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: “El Señor no ha elegido a ninguno de estos”.

Entonces Samuel preguntó a Jesé: “¿Están aquí todos los muchachos?”. El respondió: “Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño”. Samuel dijo a Jesé: “Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí”. Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque es este”. Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.

Salmo 89(88),20.21-22.27-28

Tú hablaste una vez en una visión
y dijiste a tus amigos:
“Impuse la corona a un valiente,
exalté a un guerrero del pueblo.

«Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso.»

El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Yo lo constituiré mi primogénito,
el más alto de los reyes de la tierra.

Texto del Obispo  Afraates (¿-c. 345)   Un tiempo de descanso, el séptimo día, está reservado para el pueblo de Dios (Hech 4,9)

El sábado no ha sido establecido como una prueba para el discernimiento entre la vida y la muerte, entre la justicia y el pecado, así como otros preceptos mediante los cuales «el hombre encuentra la vida» (Lv 18,5) o la muerte, si no los observa. No, el sábado, en su tiempo, ha sido dado al pueblo en vistas al descanso; con los hombres, los animales debían cesar el trabajo (Ex 23,12)…

Si el sábado no había sido creado para el descanso de todo ser que realiza un trabajo corporal, las criaturas que no trabajan habrían debido, desde su origen, también, observar el sábado para estar justificadas. Por el contrario, vemos el sol avanzar, sin descanso, la luna recorrer su órbita, las estrellas proseguir su carrera, los vientos soplar, las nubes moverse por el cielo, las aves volar, los arroyos manar las fuentes, las olas agitarse, los relámpagos caer e iluminar la creación, el trueno estallar violentamente a su tiempo, los árboles dar sus frutos, y cada criatura crecer y fortalecerse. No vemos en verdad ningún ser descansar el sábado, salvo los hombres y los animales de carga que están sujetos a la ley del trabajo.

A ninguno de los justos del Antiguo Testamento, el sábado les fue dado para que encontraran la vida… Pero la fidelidad al sábado estaba prescrita para que descansaran servidores, esclavas, mercenarios, extranjeros, animales de carga, con el fin de que pudieran restablecerse del trabajo abrumador. Ya que Dios ha cuidado de toda su creación, tanto de animales de carga como de animales feroces, de las aves como de los animales silvestres.

Escucha ahora cuál es el sábado que Dios quiere. Isaías dijo: “He aquí mi descanso: hacer descansar al que está cansado» (28,12)… Nosotros por lo tanto, guardemos fielmente el sábado de Dios; haciendo lo que complace a su corazón. Así entraremos en el sábado del gran descanso, donde cielo y tierra reposarán, donde toda criatura se recrea.

 

 

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