El hijo del hombre es dueño del sábado

El hijo del hombre es dueño del sábado

Evangelio según San Lucas 6,1-5

Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.  Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado? Jesús les respondió: ¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?  Después les dijo: El hijo del hombre es dueño del sábado.

Comentario del Evangelio

Jesús es el auténtico Señor

Señor de la historia, Señor del sábado. No nos trae el sábado de la ley antigua, sino el de la gracia nueva. Él lleva a cumplimiento toda la ley porque todo apunta a su persona. En Él encontramos el cumplimiento perfecto de la voluntad de Dios. En Él vemos esa feliz realización en la que el bien de la persona y la voluntad de Dios coinciden. Contemplándole, acogiendo su Palabra, siendo dóciles a su llamada, se nos revela la senda para caminar. Y desde la persona de Jesús nos adentramos en los sembrados, en el campo, en el mundo para realizar obras que den fruto, que sean cosecha abundante. Un vasto campo nos espera.

Lecturas del día

Carta de San Pablo a los Colosenses 1,21-23

Antes, a causa de sus pensamientos y sus malas obras, ustedes eran extraños y enemigos de Dios. Pero ahora, él los ha reconciliado en el cuerpo carnal de su Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que ustedes pudieran presentarse delante de él como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable. Para esto es necesario que ustedes permanezcan firmes y bien fundados en la fe, sin apartarse de la esperanza transmitida por la Buena Noticia que han oído y que fue predicada a todas las criaturas que están bajo el cielo y de la cual yo mismo, Pablo, fui constituido ministro.

Salmo 54(53),3-4.6.8

Dios mío, sálvame por tu Nombre,
defiéndeme con tu poder.
Dios mío, escucha mi súplica,
presta atención a las palabras de mi boca.

Pero Dios es mi ayuda,
el Señor es mi verdadero sostén:
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
daré gracias a tu Nombre, porque es bueno

Texto del Concilio Vaticano II  Constitución sobre la Liturgia, 102, 106  El hijo del hombre es dueño del sábado.

La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó «del Señor», conmemora su Resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua…

Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación…

La Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón “día del Señor” o domingo. En este día los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los «hizo renacer a la viva esperanza por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1 Pe, 1,3). Por esto el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo.

 

 

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