Evangelio según San Juan 16,12-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Comentario del Evangelio
El Espíritu de la Verdad les hará conocer toda la Verdad. Su llegada llenará de contenido todo el mensaje y la vida de los cristianos comenzará a estar completa. Porque pasó antes y también a nosotros nos pasa que cada uno, entendemos lo que queremos entender y, muchas veces, nos fabricamos el contenido de cada uno de los conceptos con mayor o menor aproximación a la verdad, pero sin contenerla. El Espíritu Santo nos guía hacia una actitud de discernimiento permanente. Cuando nos acercamos a la Palabra de Dios, pidamos siempre al Espíritu Santo que nos asista, para que podamos captar el sentido verdadero del mensaje. Hoy nos podemos preguntar:
¿He experimentado alguna vez la luz y la fuerza del Espíritu Santo, Espíritu de Verdad?
Lecturas del dia
Libro de los Hechos de los Apóstoles 17,15.22-34.18,1
Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y luego volvieron con la orden de que Silas y Timoteo se reunieran con él lo más pronto posible. Pablo, de pie, en medio del Aréopago, dijo: Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, los más religiosos de todos los hombres. En efecto, mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras cosas un altar con esta inscripción:Al dios desconocido. Ahora, yo vengo a anunciarles eso que ustedes adoran sin conocer. El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra.
Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: ‘Nosotros somos también de su raza’.
Y si nosotros somos de la raza de Dios, no debemos creer que la divinidad es semejante al oro, la plata o la piedra, trabajados por el arte y el genio del hombre.
Pero ha llegado el momento en que Dios, pasando por alto el tiempo de la ignorancia, manda a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. Porque él ha establecido un día para juzgar al universo con justicia, por medio de un Hombre que él ha destinado y acreditado delante de todos, haciéndolo resucitar de entre los muertos”.
Al oír las palabras “resurrección de los muertos”, unos se burlaban y otros decían: “Otro día te oiremos hablar sobre esto”. Así fue cómo Pablo se alejó de ellos. Sin embargo, algunos lo siguieron y abrazaron la fe. Entre ellos, estaban Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros. Después de esto, Pablo dejó Atenas y fue a Corinto.
Salmo 148(147),1-2.11-12ab.12c-14a.14bcd
Alaben al Señor desde el cielo,
alábenlo en las alturas;
alábenlo, todos sus ángeles,
alábenlo, todos sus ejércitos.
Los reyes de la tierra y todas las naciones,
los príncipes y los gobernantes de la tierra;
los ancianos,
los jóvenes
y los niños.
Alaben el nombre del Señor.
Porque sólo su Nombre es sublime;
su majestad está sobre el cielo y la tierra,
y él exalta la fuerza de su pueblo.
¡A él, la alabanza de todos sus fieles,
y de Israel, el pueblo de sus amigos!
¡Aleluya!
Del Catecismo de la Iglesia Católica § 687-688 El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena
Las cosas de Dios nadie las conoce si no es el Espíritu de Dios (1Co 2,11). Ahora bien, su Espíritu lo revela y nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viviente, pero no él se dice a sí mismo. Aquel que ha hablado «por boca de los profetas (Credo) nos hace escuchar la Palabra del Padre, pero a él no le oímos. Tan sólo le conocemos en el movimiento en que nos revela al Verbo y nos dispone para que lo acojamos en la fe. El Espíritu de la verdad que nos «desvela» a Cristo «no habla de sí mismo» (Jn 16,13). Un ocultamiento tal, propiamente divino, explica por qué «el mundo no lo puede recibir porque no le ve ni le conoce», mientras que aquellos que creen en Cristo le conocen porque mora en ellos (Jn 14,17).
La Iglesia, comunión viva en la fe de los apóstoles que ella transmite, es el lugar propio de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:
en las Escrituras que él ha inspirado;
en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son los testimonios siempre actuales;
en el Magisterio de la Iglesia que él asiste;
en la liturgia sacramental, a través de las palabras y los símbolos, en los que el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
en la plegaria en la cual intercede por nosotros;
en los carismas y ministerios a través de los cuales la Iglesia se edifica;
en los signos de la vida apostólica y misionera;
en el testimonio de los santos en los que manifiesta su santidad y continúa la obra de salvación.