El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán, dice Jesús

El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán, dice Jesús

Evangelio según san Lucas 21, 29-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola:

«Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles. Cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

Comentario

Ver en medio de la oscuridad

Cuando todo parece estar perdido, es como si nos encerraran en una habitación sin nada de claridad y nos parece mejor no movernos por si nos caemos, por si tropezamos y creemos que lo mejor es sentarnos donde pisamos firmes y gritar lo más fuerte posible a ver si alguien nos escucha y nos puede ayudar.

Si en cambio, damos el tiempo a dejar que el miedo gaste sus energías y aprovechamos esa situación para convertirla en oportunidad de dejar atrás todo aquello que nos paraliza y buscamos una posible vía o cambiamos de estrategia si esta no nos funciona, entonces veremos que hemos sido capaces de mantener la esperanza, frente a toda desesperanza.

Esto es lo que nos ha dado el impulso para seguir adelante, sabiendo que siempre podemos caer, pero que tendremos nuevas oportunidades para volver a levantarnos. Hay que saber prestar atención a lo que vivimos, aprender de los errores y de los aciertos, mejorar lo que no nos ha salido bien y lo que no nos ha dado seguridad, dando gracias por todo lo que hemos aprendido durante el camino. Hoy nos preguntamos:

¿Nos rendimos con facilidad?
¿Mantenemos viva la esperanza?
¿Miramos al cielo buscando respuestas?

Lecturas del día

Apocalipsis 20, 1-4. 11—21, 2

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón, la antigua serpiente, o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.

Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él.

De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro.

Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono.

Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida.

Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos. Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego —el lago de fuego es la muerte segunda—. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.

Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe.

Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.

Salmo 83

R/. He aquí la morada de Dios entre los hombres

Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo, Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre.
Dichoso el que encuentra en ti su fuerza.
Caminan de baluarte en baluarte. R/.

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