Evangelio según San Juan 14,15-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.
Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes. El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.
Comentario del Evangelio
No voy a dejaros abandonados: volveré para estar con vosotros
No debemos olvidar que la experiencia mística que el cristianismo propone es una experiencia desnuda; supone confianza, pero no es garantía de nada. La fe no posee el objeto en que se funda porque se refiere a otro, a lo siempre otro. Como escribe Michel de Ceteau: “Acercándose a aquellos a los que aman, los creyentes experimentan siempre, de una forma u otra, un sentimiento de vacío… Buscan por todas partes, examinan cada detalle donde Él pueda estar. Pero Él no está en ningún lugar”. Los místicos saben que Dios se da en la ausencia. Entre Dios y nosotros hay un espacio vacío. Nos movemos en ese espacio.
Lo esencial está más allá. Sólo en la pobreza de nuestra carne y de nuestro tiempo, que son también carne y tiempo de Dios, podemos entreverlo. Que sea tu Espíritu, Señor, quien guíe mis decisiones y mis actos. Hazme prestar atención a su murmullo inspirador.
Lecturas del día
Libro de los Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17
En aquellos días Felipe descendió a una ciudad de Samaría y allí predicaba a Cristo.
Al oírlo y al ver los milagros que hacía, todos recibían unánimemente las palabras de Felipe. Porque los espíritus impuros, dando grandes gritos, salían de muchos que estaban poseídos, y buen número de paralíticos y lisiados quedaron curados.
Y fue grande la alegría de aquella ciudad. Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que los samaritanos habían recibido la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
Estos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo. Porque todavía no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.
Salmo 66(65),1-3a.4-5.6-7a.16.20
¡Aclame al Señor toda la tierra!
¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
digan al Señor: «¡Qué admirables son tus obras!»
Toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
Vengan a ver las obras del Señor,
las cosas admirables que hizo por los hombres.
El convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
que gobierna eternamente con su fuerza.
Los que temen al Señor, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí:
Bendito sea Dios,
que no rechazó mi oración
ni apartó de mí su misericordia.
Epístola I de San Pedro 3,15-18
Queridos hermanos: Glorifiquen en sus corazones a Cristo, el Señor. Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen. Pero háganlo con suavidad y respeto, y con tranquilidad de conciencia. Así se avergonzarán de sus calumnias todos aquellos que los difaman, porque ustedes se comportan como servidores de Cristo. Es preferible sufrir haciendo el bien, si esta es la voluntad de Dios, que haciendo el mal. Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo, padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu.
Meditacion del santo cura de Ars (1786-1859) Invoquemos al Espíritu Santo
Quienes son conducidos por el Espíritu Santo tienen ideas acertadas. He aquí por qué existen ignorantes que saben más que los eruditos. Cuando alguien está conducido por el Dios de fuerza y de luz, no puede equivocarse. El Espíritu Santo es Luz y Fuerza. Él nos permite distinguir lo verdadero de lo falso y el bien del mal.
El Buen Dios enviándonos al Espíritu Santo se ha comportado con nosotros como un gran rey. Ese rey pediría a su ministro de conducir a un sujeto, diciéndole: “Acompañará a este hombre por todos lados y lo traerá sano y salvo” ¡Es hermoso estar acompañado por el Espíritu Santo! Él es un buen guía.
El Espíritu Santo nos conduce como una madre conduce a su hijo de dos años, como una persona vidente conduce a un ciego. Tenemos que decir cada mañana: “Mi Dios, envíeme su Espíritu Santo que me hará conocer quién soy y quién es Usted…”. Un alma que posee el Espíritu Santo gusta un exquisito sabor en la oración: no pierde jamás la santa Presencia de Dios.