Evangelio según San Marcos 10,13-16
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Comentario del Evangelio
Cuántas ocasiones para dejar que los niños disfruten del trato con Jesús, recordando su presencia al comenzar la jornada, en una oración sencilla de bendición de la mesa, al inicio de un viaje, o en ese momento único de recoger el día en el que los padres pueden aprovechar para ayudar a los hijos a reconocer las cosas buenas que han ocurrido, y dar gracias por ello, o las deficiencias que haya podido haber, o pedir por las personas y necesidades que se conozcan y así confiárselo todo a Jesús, que no quiere sino bendecirnos.
Lecturas del día
Libro de Eclesiástico 17,1-13
El Señor creó al hombre de la tierra y lo hace volver de nuevo a ella. Le señaló un número de días y un tiempo determinado, y puso bajo su dominio las cosas de la tierra. Lo revistió de una fuerza semejante a la suya y lo hizo según su propia imagen. Hizo que todos los vivientes lo temieran, para que él dominara las fieras y los pájaros. Le dio una lengua, ojos y oídos, el poder de discernir y un corazón para pensar. El colmó a los hombres de saber y entendimiento, y les mostró el bien y el mal. Les infundió su propia luz, para manifestarles la grandeza de sus obras, y les permitió gloriarse eternamente de sus maravillas: así alabarán su Nombre santo, proclamando la grandeza de sus obras. Les concedió además la ciencia y les dio como herencia una Ley de vida; estableció con ellos una alianza eterna y les hizo conocer sus decretos. Ellos vieron con sus ojos la grandeza de su gloria y oyeron con sus oídos la gloria de su voz.
Salmo 103(102),13-14.15-16.17-18a
Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles;
él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo.
Los días del hombre son como la hierba:
él florece como las flores del campo;
las roza el viento, y ya no existen más,
ni el sitio donde estaban las verá otra vez.
Pero el amor del Señor permanece para siempre,
y su justicia llega hasta los hijos y los nietos
de los que lo temen y observan su alianza.
Comentario de San Clemente de Alejandría (150-c. 215) El Reino de los cielos es para aquellos que se le asemejan
Resulta claro que la pedagogía de Cristo es, según se desprende de su mismo nombre, la educación de los niños. Pero queda por examinar quiénes son estos niños a los que se refiere simbólicamente la Escritura, y luego asignarles el pedagogo. Los niños somos nosotros. La Escritura nos celebra de muchas maneras, y nos llama alegóricamente con diversos nombres para dar a entender la simplicidad de la fe. Por ejemplo, en el Evangelio se dice: «El Señor, deteniéndose en la orilla del mar junto a sus discípulos —que a la sazón se hallaban pescando—, les dijo: «Niños, ¿tenéis algo de pescado?» (Jn 21,4-5). Llama «niños» a hombres que ya son discípulos.
«Y le presentaban niños» (Mt 19,13), para que los bendijera con sus manos, y, ante la oposición de sus discípulos, Jesús dijo: «Dejad a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como niños es el reino de los cielos» (Mt 19,14; Mc 10,13-14; Lc 18,15-16). El significado de estas palabras lo aclara el mismo Señor, cuando dice: «Si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos» (Mt 18,3; cf. Mt 19,14). Aquí no se refiere a la regeneración (cf. Jn 3,3), sino que nos recomienda imitar la sencillez de los niños. Son, por tanto, verdaderos niños los que sólo conocen a Dios como padre y son sencillos, ingenuos, puros, los creyentes en un solo Dios .
A los que han progresado en el conocimiento del Verbo, el Señor les habla con este lenguaje: les ordena despreciar las cosas de aquí abajo y les exhorta a fijar su atención solamente en el Padre, imitando a los niños. Por esa razón les dice: «No os inquietéis por el mañana, que ya basta a cada día su propia aflicción» (Mt 6,34). Así, manda que dejemos a un lado las preocupaciones de esta vida (cf. Sal 54 [55] ,23) para unirnos solamente al Padre. El que cumple este precepto es realmente un párvulo y un niño, a los ojos de Dios y del mundo; éste lo considera un necio; aquél, en cambio, lo ama.