Evangelio según San Lucas 21,5-11
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron: Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder? Jesús respondió: Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: Soy yo y también: El tiempo está cerca No los sigan.
Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin. Después les dijo: Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Comentario del Evangelio
Dios respeta nuestra libertad y lo que espera de nosotros no es lo que espera un socio posesivo ni lo que espera un rival que no nos deja tener un espacio de creatividad y libertad. La relación con Dios no es una jaula, sino una apertura a una plenitud siempre mayor. Dios espera de todos. Y espera con paciencia. Dios espera que, desde nuestra autonomía y nuestras peculiaridades, podamos vivir una vida hermosa, arriesgándonos a ser auténticos. San Ireneo escribía en el siglo II: “El que es inaccesible, incomprensible e invisible, se hace comprensible y accesible a los hombres para dar vida a los que lo alcancen o vean… La gloria de Dios es la vida del hombre”. La expectativa de Dios es que cada uno seamos lo que tenemos que ser y vivamos, vivamos, vivamos.
Lecturas del dia
Apocalipsis 14,14-19
Yo, Juan, vi una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien que parecía Hijo de hombre, con una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano. En seguida salió del Templo otro Angel y gritó con voz potente al que estaba sentado sobre la nube: “Empuña tu hoz y siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha y los sembrados de la tierra están maduros”. Y el que estaba sentado sobre la nube pasó su hoz sobre la tierra, y esta quedó segada. Entonces otro Angel salió del Templo que está en el cielo, llevando también una hoz afilada. Y salió del altar otro Angel, el que tiene poder sobre el fuego y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada: “Empuña tu hoz y cosecha los racimos de la viña de la tierra porque han llegado a su madurez. El Angel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de Dios.
Salmo 96(95),10.11-12.13
Digan entre las naciones: «El Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud.»
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.
Catequesis de san Cirilo de Jerusalén (313-350) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán
Nuestro Señor Jesucristo vendrá de los cielos y vendrá hacia el fin del mundo, en el último día; porque este mundo tendrá un fin, y el mundo creado será renovado. Puesto que, efectivamente, la corrupción, el robo, el adulterio y las faltas de toda clase han llegado a toda la tierra y «la sangre sucede a la sangre derramada en todo el mundo» (Os 4,2), y para que esa admirable morada no quede llena de injusticia, ese mundo pasará y se inaugurará uno más bello…
Escucha lo que dice Isaías: «Se enrollan como un libro los cielos, y todo su ejército palidece como palidece el sarmiento de la cepa, como una hoja mustia de higuera» (Is 34,4). También el Evangelio dice: «El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo» (Mt 24,29). No nos aflijamos como si sólo tuviéramos que morir nosotros: también las estrellas morirán, pero quizás resucitarán. El Señor enrollará los cielos, no para destruirlos, sino para resucitarlos aún más bellos. Escucha como habla el profeta David: «Al principio cimentaste la tierra, y el cielo es obra de tus manos: ellos perecerán, pero tú permaneces… Serán como un vestido que se muda (Sl 101, 26-28)… Escucha lo que también dice el Señor: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24,35); es que el peso de las cosas creadas no se puede igualar con las palabras de sus Señor.