Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo no le creyeron

Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo no le creyeron

Evangelio según San Marcos 16,9-15 

Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron. Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron. En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado. Entonces les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.”

Comentario del Evangelio

María Magdalena, la primera predicadora del triunfo de la VIDA sobre la muerte, ha experimentado el Amor de Dios manifestado en su Hijo Jesús, el Cristo. La fe en el Resucitado se visiona como un asunto irracional. La dureza de corazón en el grupo de los discípulos de Jesús de Nazaret los hace no creer por tener una fe plana y débil que solo cambia con Pentecostés. Abrahán, nuestro padre en la fe «pensó que Dios tiene poder para resucitar al hombre de entre los muertos» (Hb. 11,19). Tuvo una fe más allá de los limites humanos.
Y uds, ¿Cómo creen en ese Dios de Jesús?

Lecturas del dia

Libro de los Hechos de los Apóstoles 4,13-21

Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús, pero no podían replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos. Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar, diciendo: “¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de Jerusalén.

A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre”. Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús. Pedro y Juan les respondieron: “Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios. Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído”.

Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido.

Salmo 118(117),1.14-15ab.15c.16-18.19-21

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
El Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.

Un grito de alegría y de victoria
resuena en las carpas de los justos.

«La mano del Señor hace proezas,
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.»
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.

El Señor me castigó duramente,
pero no me entregó a la muerte.
«Abran las puertas de la justicia
y entraré para dar gracias al Señor.»

«Esta es la puerta del Señor:
sólo los justos entran por ella.»
Yo te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

Enseñanza del teologo san John Henry Newman (1801-1890) Testigos de la Resurrección

Era lógico esperar que nuestro Señor, una vez resucitado, se apareciera al mayor número posible de personas, y sobre todo, a los que lo habían crucificado. Y sin embargo, la historia nos muestra que hizo todo lo contrario, se manifestó tan sólo a algunos testigos escogidos, y especialmente a sus discípulos inmediatos. Es lo que el mismo san Pedro reconoce cuando declara: «Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección» (Hch 10,40-41). Esto, a primera vista, nos parece extraño. En efecto, estamos predispuestos a hacernos de la resurrección una idea bien diferente, a representárnosla como una manifestación esplendorosa y visible de la gloria de Cristo…

Al imaginarla así, como un triunfo público, pensamos en la confusión y el terror que habría sobrecogido a los verdugos si Jesús se hubiese presentado vivo ante ellos. Pero, insistimos en ello, un razonamiento de esta categoría nos llevaría a concebir el Reino de Cristo como un reino de este mundo, lo cual no es justo. Esto sería representarnos a Cristo como si ya entonces hubiera venido a juzgar este mundo, lo cual no llegará hasta el último día…

¿Por qué se presentó tan sólo «a los testigos que él había designado»? Porque era el medio más eficaz de propagar la fe al mundo entero… ¿Cuál hubiera sido el fruto de una manifestación pública que se impone a todos? Este nuevo milagro hubiera dejado a la muchedumbre tal cual él la había encontrado, sin ningún cambio eficaz. Ya sus antiguos milagros no habían convencido a todo el mundo… ¿qué es lo que hubieran podido decir y sentir que fuera más que lo que habían sentido anteriormente, «aunque resucite un muerto»? (Lc 16,31)…

Cristo se aparece para suscitar testigos de la resurrección, ministros de la palabra, los fundadores de su Iglesia. ¿Cómo hubiera podido llegar a serlo la muchedumbre, con su naturaleza tan cambiante?

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