Evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, en ella y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».
Comentario del Evangelio
Estos setenta y dos discípulos, que Jesús envía delante de Él, ¿quiénes son? ¿A quién representan? Si los Doce son los Apóstoles, y por lo tanto representan también a los obispos, sus sucesores, estos setenta y dos pueden representar a los demás ministros ordenados, presbíteros y diáconos; pero en sentido más amplio podemos pensar en los demás ministerios en la Iglesia, en los catequistas, los fieles laicos que se comprometen en las misiones parroquiales, en quien trabaja con los enfermos, con las diversas formas de necesidad y de marginación; pero siempre como misioneros del Evangelio, con la urgencia del Reino que está cerca. Todos deben ser misioneros, todos pueden escuchar la llamada de Jesús y seguir adelante y anunciar el Reino. (S.S. papa Francisco) Hoy nos preguntamos:
¿Cómo acogemos en nuestra vida la predicación de la Palabra de Dios?
¿Tenemos la Palabra de Dios como fuente principal para buscar su santa voluntad en nuestra vida?
¿Soy misionero del Evangelio?
Lecturas del día
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 46-49
En aquellos días, Pablo y Bernabé dijeron a los judíos: «Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra”». Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.
La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.
Sal 116, 1. 2
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
Reflexión del Evangelio de hoy Sabed que nos dedicamos a los gentiles
Como Pablo, Bernabé, Cirilo y Metodio, tenemos que ser en Europa, y en el lugar del mundo donde el Señor nos haya colocado, luz y sal, con mucha fe y optimismo, para que vuelva a ser evangelizada y cristianizada toda la humanidad, dando gracias al Señor, porque deseó que la Palabra de Dios no solo se predicase a los judíos, sino a los gentiles, al resto de la humanidad que no era del pueblo elegido. Rechazar este regalo, es perjudicarnos a nosotros mismos, porque estamos menospreciando la gracia que el Señor nos da a través de su Palabra. Esta actitud es una manera de dar la espalda al Señor. El modo que acojamos la Palabra de Dios, nos indicará hasta qué punto somos discípulos del Señor y aceptamos su gracia. Porque para ser predicadores, evangelizadores, necesitamos de la gracia divina, porque solo con nuestras fuerzas no podemos hacer nada.
Él cuenta con nosotros, para cristianizar la sociedad desde sus mismos cimientos, como lo hicieron los primeros cristianos y San Cirilo y San Metodio. Esta es una enseñanza diaria: el convencimiento firme de que la misma vocación cristiana nos lleva a dar a conocer a Cristo, pero, en primer lugar, llenándonos de Él, para que quien nos vea pueda decir: “Este es verdaderamente un discípulo de Cristo”. Que este ejemplo llene los corazones que estén abiertos, dando gloria al Señor, divulgando esta Palabra como fuente que les ha sanado y llenado de luz.
En la predicación no debemos estar pensando en los resultados, las dificultades, en la victoria o en la derrota, en el éxito o en el fracaso; tenemos que tener como motor para nuestra vida, el vivir buscando y haciendo la voluntad de Dios.
¿Somos como los gentiles o como los judíos?
¿Cómo se expresan en mi vida los signos del Reino? ¿Se realizan en mi familia, Comunidad, en mi parroquia y en mi entorno?