Evangelio según San Juan 15,9-17
Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.» Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Comentario
El temor de amor, fundado en la perfección de la caridad, se eleva a un grado más excelente y sublime todavía. No nace del miedo del castigo ni del deseo de la recompensa, sino de la grandeza del amor. Es la mezcla de respeto y afecto atento que un hijo tiene por un padre lleno de indulgencia, el hermano por su hermano, el amigo por su amigo, la esposa por su esposo. No aprehende ni golpes ni reproches y lo que teme es herir al amor mismo de la más ligera herida.
Así, es considerable la distancia entre el temor sin carencias, tesoro de la sabiduría y de la ciencia, y el temor imperfecto. Este es sólo “el comienzo de la sabiduría” (Sal 110,10) e implicando un castigo, se ve alejado del corazón de perfectos cuando llega la plenitud de la caridad. “En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor” (1 Jn 4,18). De hecho, si el comienzo de la sabiduría es el temor, su perfección es la caridad de Cristo. Ella comprende el temor de la dilección perfecta y eso implica el mérito de ser llamada no simplemente el comienzo, sino el tesoro de la sabiduría y la ciencia.
Este es el temor de los perfectos, del que era pleno el Hombre-Dios. No vino únicamente para salvarnos, sino también para darnos en su persona el tipo de la perfección y el ejemplo de las virtudes.
Lecturas del día
Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,22-34
La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran. Después de haberlos golpeado despiadadamente, los encerraron en la prisión, ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les sujetó los pies en el cepo. Cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios, mientras los otros prisioneros los escuchaban. De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los cimientos de la cárcel, y en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron. El carcelero se despertó sobresaltado y, al ver abiertas las puertas de la prisión, desenvainó su espada con la intención de matarse, creyendo que los prisioneros se habían escapado. Pero Pablo le gritó: “No te hagas ningún mal, estamos todos aquí”. El carcelero pidió unas antorchas, entró precipitadamente en la celda y, temblando, se echó a los pies de Pablo y de Silas. Luego los hizo salir y les preguntó: “Señores, ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación?”. Ellos le respondieron: “Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia”. En seguida le anunciaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. A esa misma hora de la noche, el carcelero los atendió y curó sus llagas. Inmediatamente después, fue bautizado junto con toda su familia. Luego los hizo subir a su casa y preparó la mesa para festejar con los suyos la alegría de haber creído en Dios.
Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.7c-8
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.
y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.
y tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos!