Bendito el que viene en nombre del Señor

Bendito el que viene en nombre del Señor

Evangelio según san Lucas 13, 31-35

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: —«Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte». Él contestó: —

«Id a decirle a ese zorro: «Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término». Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos baja las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: «Bendito el que viene en nombre del Señor»».

Comentario

En el texto de hoy el Señor se entera que la actitud de Herodes se ha vuelto claramente contra él y quiere matarlo, pero Jesús simplemente anuncia que dentro de poco llevará a cabo el término de su misión (“al tercer día habré terminado”) refiriéndose a su Pasión que sabe que le espera en Jerusalén; el Maestro de Nazaret no teme a los poderosos porque su muerte no es algo que dependa de ellos, sino que está en el plan de su Padre Dios que él sigue fielmente y que se enmarca en la tradición de tantos profetas que murieron en Jerusalén.

Lecturas del día

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 6, 10-20

Hermanos:

Fortalézcanse en el Señor con la fuerza de su poder. Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio. Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.

Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos. Permanezcan de pie, “ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza”. Calcen sus pies con el celo para propagar el Evangelio de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

Eleven constantemente toda clase de oraciones y súplicas, animados por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos, y también por mí, a fin de que encuentre palabras adecuadas para anunciar resueltamente el misterio del Evangelio, del cual yo soy embajador en medio de mis cadenas. ¡Así podré hablar libremente de Él, como debo hacerlo!

Salmo   143, 1-2. 9-10ab

R/. ¡Bendito sea el Señor, mi Roca!

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea. R/

Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos. R/.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna. R/.

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