Ay de vosotros fariseos

Ay de vosotros fariseos

Evangelio según San Lucas 11,42-46

En aquel tiempo dijo Jesús:

¡Ay de vosotros, fariseos!, que separáis para Dios la décima parte de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, pero no hacéis caso de la justicia y el amor a Dios. Esto es lo que se debe hacer, sin dejar de hacer lo otro.

¡Ay de vosotros, fariseos!, que deseáis los asientos de honor en las sinagogas y ser saludados con todo respeto en la calle.

¡Ay de vosotros, que sois como esas tumbas ocultas a la vista, que la gente pisotea sin darse cuenta! Uno de los maestros de la ley le contestó entonces: Maestro, al decir esto nos ofendes también a nosotros. Pero Jesús dijo:

¡Ay también de vosotros, maestros de la ley! que cargáis a los demás con cargas insoportables y vosotros ni siquiera con un dedo queréis tocarlas.

Comentario del Evangelio

Jesús era durísimo con los fariseos. Los definía como sepulcros que no se ven, de modo que uno pasa por encima sin advertir que pisa huesos de muertos. Cuidaban mucho la apariencia, para lograr que los demás los consideraran santos y terminaran cayendo en sus redes. Jesús les recordaba que las cosas que importan son la justicia y el amor a Dios. Algunos se enredaban tanto en el cumplimiento de preceptos secundarios que olvidaban lo que más agrada al Señor: ser justos con el prójimo y amar realmente a Dios. Ahí está nuestro gran ideal de vida. Luego Jesús se dirigió a un maestro de la Ley, dedicado a enseñar lo que hay que hacer, y le pidió que no atara cargas pesadas sobre los hombros ajenos. Meditémoslo con cuidado.

Lecturas del día

Carta de San Pablo a los Gálatas 5,18-25

Hermanos: Si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley. Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios. Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más, porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos. Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él.

Comentario del evangelio Beato John Henry Newman (1801-1890)   La tradición y la voluntad de Dios

No importa mucho la manera por la que aprendemos a conocer la voluntad de Dios. Puede ser por la Sagrada Escritura, por la tradición apostólica, o bien por lo que San Pablo llama la “naturaleza”. Lo que importa es que estemos seguros que es la voluntad de Dios. En realidad, Dios nos revela el contenido de la fe por la inspiración, es un asunto de orden sobrenatural. Pero nos ilumina sobre las cuestiones prácticas de la moral a través de nuestra propia conciencia, guiada por Dios mismo.

Las cuestiones formales, nos las revela por la tradición de la Iglesia, para ponerlas en práctica, aunque no deriven de la Sagrada Escritura. Lo digo para responder a las preguntas que nosotros mismos nos podemos hacer: “¿Porqué observar ritos y formas que no son prescritos por la Escritura?” La Escritura nos prescribe lo que hay que creer, aquello hacia lo cual hay que tender, lo que hay que mantener. Pero no nos habla de la manera concreta de hacerlo. Dado que no podemos hacerlo más que de esta o de aquella manera, forzosamente añadiremos algo a lo que la Sagrada Escritura nos dice. Nos recomienda, p. e. reunirnos para la oración, relaciona su eficacia (de la oración) a la unión de corazones. Pero la Escritura no indica ni el momento ni el lugar de la oración, la Iglesia tiene que completar lo que la Escritura simplemente prescribe de forma general…

Se puede decir que la Biblia nos da el espíritu de nuestra religión; la Iglesia, en cambio, modela el cuerpo donde este espíritu se encarna. La gente que intenta adorar a Dios de una manera, digamos “puramente espiritual”, acaban por no adorarlo en absoluto. Es un hecho corriente. Cada uno puede verlo por su propia experiencia… No, la Escritura no nos tiene que revelar todo; nos da los medios para descubrir todas las cosas. Dios nos ha prometido su luz, pero a su manera, no a la nuestra.

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