Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables

Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables

Evangelio según San Lucas 11,42-46

¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber! Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros. El le respondió: ¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!

Comentario del Evangelio

Hipocresía y verdad

Si pasamos mucho tiempo en un lugar oscuro y de repente recibimos la luz del sol, ésta hiere nuestros ojos e instintivamente los cerramos. Espiritualmente nos sucede algo parecido: habituados a la hipocresía y a la vanidad, habituados a vivir escondidos bajo la tierra de nuestras miserias y de nuestra falta de empatía por los demás, nos duele que la luz de la Verdad, el Evangelio de Jesús, hiera nuestras retinas. Pero no tengamos miedo, nuestros ojos están hechos para ver, no hemos nacido para vivir como esclavos de nuestras pasiones, sino para gozar de la libertad de los hijos de Dios que Cristo nos trae. No dudemos, por tanto, en caminar hacia la Luz: en ella está la Vida.

Lecturas del día

Carta de San Pablo a los Romanos 2,1-11

Por eso, tú que pretendes ser juez de los demás -no importa quién seas- no tienes excusa, porque al juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que condenas. Sabemos que Dios juzga de acuerdo con la verdad a los que se comportan así. Tú que juzgas a los que hacen esas cosas e incurres en lo mismo, ¿acaso piensas librarte del Juicio de Dios? ¿O desprecias la riqueza de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa bondad te debe llevar a la conversión? Por tu obstinación en no querer arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten los justos juicios de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras.

El dará la Vida eterna a los que por su constancia en la práctica del bien, buscan la gloria, el honor y la inmortalidad. En cambio, castigará con la ira y la violencia a los rebeldes, a los que no se someten a la verdad y se dejan arrastrar por la injusticia. Es decir, habrá tribulación y angustia para todos los que hacen el mal: para los judíos en primer lugar, y también para los que no lo son. Y habrá gloria, honor y paz para todos los que obran el bien: para los judíos, en primer lugar, y también para los que no lo son, porque Dios no hace acepción de personas.

Salmo 62(61),2-3.6-7.9

Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la salvación.
Sólo él es mi Roca salvadora,
él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la esperanza.
Sólo él es mi Roca salvadora,
él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo;
desahoguen en él su corazón,
porque Dios es nuestro refugio.

Las Sentencias de los Padres del Desierto (siglos IV-V)   ¡Ay de vosotros que abrumáis a la gente con cargas insoportables!

Un hermano que había pecado fue echado de la iglesia por el presbítero; y abba Besarión se levantó y salió con él diciendo: «Yo también soy un pecador»… Una vez, en Scete, un hermano cometió una falta. Tuvieron consejo y decidieron convocar al ‘abba’ Moisés. Pero éste no quiso ir. Entonces el presbítero envió a alguno a decirle: «Ven, que todos te esperamos». Se levantó y se fue con una cesta agujereada que llenó de arena y se la cargó a su espalda, y la llevó así. Los demás, que habían salido a su encuentro, le dijeron: ¿Qué es esto, padre? El anciano dijo: «Mis faltas se van cayendo detrás de mí y yo no las veo; y yo ¿he venido hoy a juzgar las faltas de otro?» Al escuchar estas palabras no dijeron nada al hermano, sino que lo perdonaron. ‘Abba’ José preguntó a ‘abba’ Poemen,: «Dime cómo llegar a ser monje!». El anciano le respondió: «Si quieres tener paz aquí y en el mundo futuro, di en toda ocasión: Yo, ¿quién soy? Y no juzgues a nadie».

Un hermano preguntó al mismo ‘abba’ Poemen, diciéndole: «Si veo una falta en mi hermano, ¿está bien esconderla?» El anciano contestó: « En el momento en que escondemos las faltas de nuestro hermano, también Dios esconde las nuestras; y en el momento en que ponemos de manifiesto las faltas de nuestro hermano, también Dios pone de manifiesto las nuestras».

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