Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a tí mismo

Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a tí mismo

Evangelio según San Marcos 12,28b-34

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?». Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos”. El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Comentario del Evangelio

El amor a Dios y el amor a los demás es una tarea diaria, es la mejor fórmula y manera de lograr nuestra identidad como personas. Dios nos ama, nos acompaña, confía en nosotros y esto nos motiva a la respuesta de amor a Él. El amor a los demás, aunque nos cuesta, es tan necesario como el amor a Dios, pues les necesitamos para interrelacionarnos. Actuando asi nos realizamos como personas.

Lecturas del dia

Libro de Jeremías 7,23-28

Así habla el Señor: Esta fue la orden que les di: Escuchen mi voz, así yo seré su Dios y ustedes serán mi Pueblo; sigan por el camino que yo les ordeno, a fin de que les vaya bien. Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron hacia atrás, no hacia adelante. Desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, yo les envié a todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día. Pero ellos no me escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que se obstinaron y obraron peor que sus padres. Tú les dirás todas estas palabras y no te escucharán: los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás:

“Esta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios, ni ha recibido la lección.

La verdad ha desaparecido, ha sido arrancada de su boca”.

Salmo 95(94),1-2.6-7.8-9

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor!

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros, el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
«No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras.»

Enseñanza de san Juan Eudes (1601-1680)   El reino de Dios ha venido para vosotros

Debemos continuar y completar en nosotros los estados y misterios de la vida de Cristo, y suplicarle con frecuencia que los consume v complete en nosotros y en toda su Iglesia. Porque los misterios de Jesús no han llegado todavía a su total perfección y plenitud. Han llegado, ciertamente, a su perfección y plenitud en la persona de Jesús, pero no en nosotros, que somos sus miembros, ni en su Iglesia, que es su cuerpo místico (Ef 5,30).

El Hijo de Dios quiere comunicar y extender en cierto modo y continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia, ya sea mediante las gracias que ha determinado otorgarnos, ya mediante los efectos que quiere producir en nosotros a través de estos misterios. En este sentido, quiere completarlos en nosotros.

Por esto, san Pablo dice que Cristo halla su plenitud en la Iglesia y que todos nosotros contribuimos a su edificación y a la medida de Cristo en su plenitud (Ef 4,13)… El mismo apóstol dice, en otro lugar, que él completa en su carne los dolores de Cristo (Col 1,24)…

De este modo, el Hijo de Dios ha determinado consumar y completar en nosotros todos los estados y misterios de su vida. Quiere llevar a término en nosotros los misterios de su encarnación, de su nacimiento, de su vida oculta, formándose en nosotros y volviendo a nacer en nuestras almas por los santos sacramentos del bautismo y de la sagrada eucaristía, y haciendo que llevemos una vida espiritual e interior, escondida con él en Dios.

Quiere completar en nosotros el misterio de su pasión, muerte y resurrección, haciendo que suframos, muramos y resucitemos con él y en él. Finalmente, completará en nosotros su estado de vida gloriosa e inmortal…

Según esto, los misterios de Cristo no estarán completos hasta el final de aquel tiempo que él ha destinado para la plena realización de sus misterios en nosotros y en la Iglesia, es decir, hasta el fin del mundo.

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