Al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará

Al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará

Evangelio según San Lucas 12,8-12

Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará.

Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir.

Comentario del Evangelio

Jesús, el amigo fiel

¡Qué maravilla tener amigos de quien podernos fiar siempre y en todo momento! Jesús es ese amigo fiel que sabemos que nunca nos va a traicionar y que en ningún momento nos va a dejar tirados. Por mal que se pongan las cosas, Él es nuestra defensa y nos garantiza el don de su Espíritu, que pondrá en nuestros labios la palabra oportuna. Que la seguridad de saber que nos podemos fiar de Jesús nos haga fuertes y valerosos para no sucumbir a la tentación de traicionarle. Que no nos pase lo de Pedro, que llegó a decir que no conocía a Jesús y que no era de los suyos. Amor con amor se paga. Así pues, pidámosle que nos aumente el amor para no caer en la tentación de negarle.

Carta de San Pablo a los Romanos 4,13.16-18

Hermanos: En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe. Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común, como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones.

Abraham es nuestro padre a los ojos de aquel en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen. Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia.

Salmo 105(104),6-7.8-9.42-43

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos.

El se acuerda eternamente de su alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac.

Él se acordó de la palabra sagrada,
que había dado a Abraham, su servidor,
e hizo salir a su pueblo con alegría,
a sus elegidos, entre cantos de triunfo

Escritos Espirituales de san Rafael Arnáiz Barón (1911-1938)  Aquel que me defienda delante de los hombres, el Hijo del hombre le defenderá ante los ángeles

Cojo hoy en nombre de Dios la pluma, para que mis palabras al estamparse en el blanco papel sirvan de perpetua alabanza al Dios bendito, autor de mi vida, de mi alma y de mi corazón. Quisiera que el universo entero, con todos los planetas, los astros todos y los innumerables sistemas siderales, fueran una inmensa superficie tersa donde poder escribir el nombre de Dios. Quisiera que mi voz fuera más potente que mil truenos, y más fuerte que el ímpetu del mar, y más terrible que el fragor de los volcanes, para sólo decir, Dios.

Quisiera que mi corazón fuera tan grande como el cielo, puro como el de los ángeles, sencillo como la paloma, para en él tener a Dios. Mas ya que toda esa grandeza soñada no se puede ver realizada, conténtate, hermano Rafael, con lo poco, y tú que no eres nada, la misma nada te debe bastar. ¡Qué hipocresía decir que nada tiene…, el que tiene a Dios! ¡Sí!, ¿por qué callarlo?… ¿Por qué ocultarlo? ¿Por qué no gritar al mundo entero, y publicar a los cuatro vientos, las maravillas de Dios?

¿Por qué no decir a las gentes, y a todo el que quiera oírlo?… ¿Ves lo que soy?… ¿Veis lo que fui? ¿Veis mi miseria arrastrada por el fango?… Pues no importa, maravillaos, a pesar de todo, yo tengo a Dios…, Dios es mi amigo…, que se hunda el sol, y se seque el mar de asombro…, Dios a mí me quiere tan entrañablemente, que si el mundo entero lo comprendiera, se volverían locas todas las criaturas y rugirían de estupor. Más aún… todo eso es poco. Dios me quiere tanto que los mismos ángeles no lo comprenden.

¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí…, ser mi amigo…, mi hermano…, mi padre, mi maestro…, ser Dios y ser yo lo que soy! ¡Ah!, Jesús mío, no tengo papel ni pluma. ¡Qué diré!… ¿Cómo no enloquecer?… ¿Cómo es posible vivir, comer, dormir, hablar y tratar con todos? ¿Cómo es posible que aún tenga serenidad para pensar en algo que el mundo llama razonable, yo que pierdo la razón pensando en Ti? ¡Cómo es posible, Señor!… Ya lo sé, Tú me lo has explicado…, es por el milagro de la gracia.

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