El precio del sufrimiento

El precio del sufrimiento

Evangelio según San Juan 15,18-21

En aquel tiempo dijo Jesús: Si el mundo os odia, sabed que a mí me odió primero. Si fuerais del mundo, la gente del mundo os amaría como ama a los suyos. Pero yo os escogí de entre los que son del mundo, y por eso el mundo os odia, porque ya no sois del mundo. Acordaos de lo que os dije: Ningún sirviente es más que su amo.’ Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; y si han hecho caso a mi palabra, también harán caso a la vuestra. Todo esto van a haceros por mi causa, porque no conocen al que me envió.

Comentario del Evangelio

El precio del sufrimiento. El sufrimiento injustamente padecido y la persecución son el sello de garantía de una vida cristiana fiel al Señor. Jesús no convoca a sus discípulos a vivir una “novela rosa”. Su seguimiento implica conflictos a veces radicales. Su proyecto del Reino no es neutro. Tiene una profunda carga provocativa y contracultural. Jesús no busca ni para Él ni para sus seguidores la persecución, no es un masoquista. Pero la asume coherentemente. Es el precio de estar en el mundo sin pertenecer a él.

Lecturas del día

Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,1-10
Pablo llegó luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano.  Timoteo gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio. Pablo quería llevarlo consigo, y por eso lo hizo circuncidar en consideración a los judíos que había allí, ya que todo el mundo sabía que su padre era pagano. Por las ciudades donde pasaban, transmitían las decisiones tomadas en Jerusalén por los Apóstoles y los presbíteros, recomendando que las observaran. Así, las Iglesias se consolidaban en la fe, y su número crecía día tras día.

Como el Espíritu Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y la región de Galacia. Cuando llegaron a los límites de Misia, trataron de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Pasaron entonces por Misia y descendieron a Tróade. Durante la noche, Pablo tuvo una visión. Vio a un macedonio de pie, que le rogaba: “Ven hasta Macedonia y ayúdanos”. Apenas tuvo esa visión, tratamos de partir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para que la evangelizáramos.

Salmo 100(99),1-2.3.5

Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.

Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.

San Cromacio de Aquilea (¿-407)  obispo  El siervo no es mayor que el maestro

“Lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza ” (Mt 27,28-29). Cristo es revestido como rey y príncipe de mártires, con una túnica roja… porque su sangre sagrada resplandece como una escarlata preciosa. Es como el vencedor que recibe la corona, porque es normalmente al vencedor al que se concede una corona… Pero podemos observar que la túnica púrpura es también el símbolo de la Iglesia que, permaneciendo en Cristo rey, brilla con una gloria real. De ahí el título de “raza real” que le da Juan en el Apocalipsis (1,6)… En efecto, la tela púrpura es una pieza preciosa y real.

Aunque sea un producto natural, cambia de calidad cuando se la sumerge en un baño de tinte, y cambia de aspecto… Sin valor por ella misma, se transforma de hecho en un producto precioso. Lo mismo nos ocurre a nosotros: sin valor por nosotros mismos, la gracia nos transforma y nos da un precio, cuando [en nuestro bautismo] somos sumergidos por tres veces, como la tela de púrpura, en la escarlata espiritual, el misterio de la Trinidad…

También podemos observar que la túnica roja es también el símbolo de la gloria de los mártires, ya que, teñidos de su propia sangre derramada, adornados por la sangre del martirio, brillan en Cristo como una preciosa túnica escarlata. En otro tiempo, la ley recomendaba ofrecer telas escarlatas para adornar el tabernáculo de Dios (Ex 25,4); los mártires, de hecho, son el ornamento de la Iglesia de Cristo…

La corona de espinas que pusieron sobre la cabeza del Señor, es el símbolo de nuestra alianza, que, de todas las naciones, hemos venido a la fe. Éramos entonces sólo unas espinas, es decir pecadores; pero, creyendo en Cristo, llegamos a ser una corona de justicia, porque dejamos de pinchar o de herir al Salvador, y coronamos su cabeza con la confesión de nuestra fe… Sí, antaño éramos espinas, más ahora… nos hemos convertido en piedras preciosas.

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