Evangelio según San Marcos 3,31-35
Entre tanto, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron fuera y mandaron llamarle. La gente que estaba sentada alrededor de Jesús le avisó: Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan. Él les contestó: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, añadió: Éstos son mi madre y mis hermanos. Todo el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Comentario del Evangelio
¡Qué modo más original de proponer a la Virgen María, su Madre, como modelo de quienes tienen el oído atento solamente a lo que Dios nos dice y quiere de nosotros! Con un comentario con el que parece “pasar” de su Madre, el Señor hace sobre Ella un canto excelso, con una pregunta y una afirmación sublimes: ¿quiénes son mi madre y mis hermanos?… Todo el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. La presencia de María ante aquella gente que lo rodeaba, le dio la ocasión de dar brillo y esplendor a quien cedió su vida a Dios para darle rostro humano: María. ¿Como Ella escuchamos y ponemos por obra la Palabra del Señor? Hagamos la voluntad de Dios
Lecturas del dia
Carta a los Hebreos 10,1-10
Hermanos: La Ley, en efecto -al no tener más que la sombra de los bienes futuros y no la misma realidad de las cosas- con los sacrificios repetidos año tras año en forma ininterrumpida, es incapaz de perfeccionar a aquellos que se acercan a Dios. De lo contrario, no se hubieran ofrecido más esos sacrificios, porque los que participan de ellos, al quedar purificados una vez para siempre, ya no tendrían conciencia de ningún pecado. En cambio, estos sacrificios renuevan cada año el recuerdo del pecado, porque es imposible que la sangre de toros y chivos quite los pecados. Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo: Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios.
Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Ley- para hacer, Dios, tu voluntad. El comienza diciendo: Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley. Y luego añade: Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
Salmo 40(39),2.4ab.7-8a.10.11
Esperé confiadamente en el Señor:
él se inclinó hacia mí
y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: “Aquí estoy.
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor.
No escondí tu justicia dentro de mí,
proclamé tu fidelidad y tu salvación,
y no oculté a la gran asamblea
tu amor y tu fidelidad.