Recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten

Recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten

Evangelio según San Lucas 14,12-14

Dijo también al hombre que le había invitado: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán, y quedarás así recompensado. Al contrario, cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos; así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tú recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten.

Comentario del Evangelio

Hay personas que se sienten superiores sólo por el hecho de haber nacido en un lugar, por una herencia recibida, por un apellido. Quizás sin advertirlo, creen que hay distintas categorías de personas y que no todos tienen la misma dignidad. Por eso mismo, cuando hacen una fiesta, se invitan entre ellos, encerrados en un círculo de vanidades e intereses mundanos. Jesús pide una decisión muy radical, que va mucho más allá de dar limosna o de ayudar a los pobres. Se trata de hacerlos entrar en ese círculo de la amistad y de la fiesta. Pide que invitemos a los inválidos, a los cojos y a los ciegos, a esos que son mirados con desprecio, que no tienen prestigio, que no pueden brindarnos ninguna retribución. Eso sí es entrar en la lógica del Evangelio.

Lecturas  del día 

Carta de San Pablo a los Filipenses 2,1-4

Hermanos:  Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás.

Comentario de  San Vicente de Paúl (1581-1660)   Invita a los pobres

Es para honrar a nuestro Señor, para entrar en sus sentimientos, para estimarlos, hacer lo que él ha hecho y ejecutar lo que ha ordenado. Sin embargo sus sentimientos más grandes han sido, el cuidado de los pobres para curarlos, consolarlos, asistirlos y encomendarlos; éste era su deseo. Y él mismo ha querido nacer pobre, recibir en su compañía a los pobres, servir a los pobres, ponerse en el lugar de los pobres, hasta llegar a decir que el bien y el mal que hagamos a los pobres, lo considerará como hecho a su persona divina (Mt 25,40).

¡Qué amor más tierno podría manifestar hacia los pobres! Y ¿qué amor, os ruego, podemos tener por Él, si no amamos aquello que Él amó? Tanto, que éste es el tipo de amor, para amar a los pobres; es el bien servir, y es honrarlo como él quisiera que le imitáramos… Ahora bien, si este bondadoso Salvador, se siente honrado por esta imitación, ¡cuánto más nosotros, debemos considerar un gran honor parecernos en esto a él! ¿No os parece que este es un motivo muy poderoso para renovar vuestro primer fervor? Para mí, creo que debemos ofrecernos hoy a su divina Majestad…, de suerte, que se pueda decir ahora de vosotros que es “la caridad de Jesucristo la que os apremia» (2Co 5,14).

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