Evangelio según san Lucas 9, 43b-45
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Comentario
Vanidad de vanidades todo es vanidad
Sabemos que la idea central del Eclesiastés es “vanidad de vanidades, todo vanidad”. Idea que aparece, de una forma o de otra, a lo largo de todo el libro, incluso en los momentos existenciales positivos. Esta primera lectura, empieza con un buen consejo que pone en imperativo, con dos versiones: “Disfruta”, “Rechaza las penas” y las concluye con “Acuérdate de tu hacedor”. Y desde el principio le recuerda que a pesar de que pueda vivir momentos buenos y disfrutar de la alegría: “niñez y juventud son vanidad”.
Vienen después los tintes más negativos, expresados de diversas maneras: vendrán años “en que dirás “no les saco gusto”. Llegarán días en que “los guardianes de casa y los valientes se encorvarán”… “el ruido del molino se apagará”, “se debilitará el canto de los pájaros”…. No es extraño que se concluya con esta afirmación: “Vaciedad de vaciedades, dice del Predicador, vaciedad de vaciedades y todo vaciedad”.
Les daba miedo preguntarle sobre el asunto
Jesús gozaba ya de “admiración general por lo que hacía”. Y desde esta situación, para no ocultarles su verdad y cuál va a ser su futuro, dice a sus discípulos: “Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres”. Los discípulos no entendieron lo que les decía. Pero “les daba miedo preguntarle sobre el asunto”.
De alguna manera, los cristianos de nuestra generación, tenemos una ventaja sobre los discípulos de Jesús. Conocemos su vida, muerte y resurrección y toda la buena noticia que vino a traernos. Y no tenemos miedo ni ningún reparo, principalmente a nivel personal, de preguntarle todo lo que queramos de Jesús. Si nos atrevemos es porque nos ha quedado claro que vino hasta nosotros, que vivió por nosotros, que murió por nosotros y que sus palabras nos las dirigió también a nosotros, para que tengamos “vida y vida en abundancia”.
Y aunque ha muerto, ha resucitado y no solo está en el cielo. Vive entre nosotros. De manera muy especial notamos su presencia amorosa en la eucaristía, donde nos sigue entregando su cuerpo y su sangre… su persona. “Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Sigamos disfrutando de su continua presencia amorosa y abrámosle nuestro corazón siempre que lo necesitemos… sabiendo que nos va a escuchar.
Lecturas del día
Lectura del libro del Eclesiastés 11, 9 – 12, 8
Disfruta mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón y de lo que te recrea la vista; pero sábete que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo. Rechaza las penas del corazón y rehúye los dolores del cuerpo: adolescencia y juventud son efímeras.
Acuérdate de tu Creador en tus años mozos, antes de que lleguen los días aciagos y te alcancen los años en que digas:
«No les saco gusto»; antes de que se oscurezcan el sol, la luz, la luna y las estrellas, y tras la lluvia vuelva el nublado.
Ese día temblarán los guardianes de la casa, y los valientes se encorvarán; las que muelen serán pocas y se pararán; los que miran por las ventanas se ofuscarán; las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino será solo un eco; se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán apagando; darán miedo las alturas y en las calles rondarán los terrores; cuando florezca el almendro y se arrastre la langosta y sea ineficaz la alcaparra; porque el hombre va a la morada de su eternidad y el cortejo fúnebre recorre las calles.
Antes de que se rompa el hilo de plata y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio.
Vanidad de vanidades, dice Qohélet, vanidad de vanidades, todo es vanidad.
Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17
R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R/.
Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R/.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.