Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga

Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga

Evangelio según san Mateo 13, 54-58

En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada: «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». Y se escandalizaban a causa de él.

Jesús les dijo:   «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta».   Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.

Reflexión

Así dice el Señor

La lectura del profeta Jeremías, nos narra una situación trágica en la vida del profeta como consecuencia de su anuncio profético. Este relato nos revela como Jeremías debe afrontar el peligro cuando se trata de anunciar la palabra del Señor. También nos habla de una creencia del pueblo de Israel con respecto al Templo y su presencia en Jerusalén, considerándolo garantía de permanencia de la nación. El hecho tiene lugar en los primeros años del reinado del rey Joaquim (609-598). Dios ordena a Jeremías subir al atrio del templo para hablar a las gentes de las ciudades de Judá, allí reunidas.

El contenido de su discurso está condicionado por la conducta que Dios observa en su pueblo: infidelidad, falso culto, de idolatría. De ahí, que el Señor espera de los israelitas que escuchen al profeta y que se conviertan de su mala conducta. Estas palabras de invitación a la penitencia resultan un lugar común reiterado en la literatura profética. Dios siempre espera en el ser humano hasta el punto de estar siempre dispuesto a practicar la misericordia. Obedecer al Señor y cumplir su ley llevará al perdón, mientras que el apartarse de ella conducirá a la ruina total del Templo de Jerusalén, como ocurrió con el templo de Silo en la época de los jueces.

La reacción de los profetas, sacerdotes y del pueblo que han escuchado al profeta no se deja esperar y declaran a Jeremías reo de muerte. Aquí se están confrontando dos concepciones sobre el Templo: la que tenían los sacerdotes, como lugar sacrosanto y en consecuencia hablar contra él era blasfemia. Y la concepción que vincula al Templo con las exigencias éticas: de la conducta del pueblo depende la permanencia del Templo.

El grupo que condena a Jeremías aboga por la santidad del Templo, una santidad que no compromete a nada. Mientras que la denuncia profética desvela que Dios lo que quiere es la conversión a Él y a su Palabra de cada persona.

¿De dónde saca todo eso?

En el evangelio de hoy, Jesús ha terminado su discurso de parábolas y, dejando la orilla del mar (13,1-2), se traslada a su pueblo y comienza a enseñar en la sinagoga, centro de la vida israelita, como si quisiera iniciar una nueva etapa de su camino mesiánico. Mateo es la primera vez que cuenta que Jesús se dirige a Nazaret y es la última en la que éste aparece públicamente en una sinagoga. La escena del profeta rechazado en su propia patria comienza a esbozar la serie de oposiciones y hostilidades que se avecinan.

Los paisanos de Jesús muestran desde el principio una serie de actitudes que van desde la admiración hasta el escepticismo con respecto a su persona. Las cinco preguntas con las que se cuestionan presuponen ya las respuestas. El de dónde de la primera y de la quinta pregunta no expresa sólo el desconocimiento, sino también la incredulidad de las personas, su falta de fe.

Ellos remitiendo a la procedencia de Jesús, presumiendo conocer a sus familiares, no se están preguntando realmente por la identidad de Jesús, y no quieren ir más allá para descubrir quién es él. La sabiduría de Jesús y sus milagros podrían ofrecer una buena razón para seguir indagando, pero esto no tiene lugar.

El comportamiento de la gente de Nazaret respecto a Jesús se basa en su incredulidad (13,58). Es verdad que esta falta de fe no puede impedir la actividad del Maestro, pero sí limitarla, de modo que él no pudo realizar allí muchos milagros. Con la expresión “un profeta sólo es despreciado en su tierra” (13,57b), Jesús evita toda discusión con sus paisanos, pues estos están seguros de conocer todas las respuestas.

Esta postura de los habitantes de Nazaret está en clara oposición con la de los discípulos, que quieren comprender todo lo que Jesús les enseña. Con la contraposición entre los discípulos que comprenden (13,51) y la gente incrédula de Nazaret (13,58), Mateo acentúa el fuerte contraste entre las diferentes opiniones y actitudes respecto a Jesús y a sus obras. Sus paisanos pasan de la admiración al rechazo, su presencia y sus palabras les arranca de su tranquilidad cotidiana, llevándolos a un cambio, a una transformación interior y exterior que ellos no están dispuestos a dar.

La gente de Nazaret no quiere reconocer a Jesús como Mesías de Dios, no creen en él y le dejan que se marche de su ciudad. ¿dejamos que Jesús se marche de nuestro lado?

Recordar este día a la Beata Juana de Aza, madre de Santo Domingo, nos habla de sueños, de inspiraciones, de creatividad, de fiesta, de llegar a lo profundo, al Misterio de Dios que nos muestra en su Hijo, para llevarnos a Él.

Lecturas del día

Lectura de la profecía de Jeremías 26, 1-9

Al comienzo del reinado de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías esta palabra de parte del Señor:

«Esto dice el Señor:

“Ponte en el atrio del templo y, cuando los ciudadanos de Judá entren en él para adorar, les repites a todos las palabras que yo te mande decirles; no dejes ni una sola.

A ver si escuchan y se convierte cada cual de su mala conducta, y así me arrepentiré yo del mal que tengo pensado hacerles a causa de sus malas acciones. Les dirás: ‘Esto dice el Señor: Si no me obedecéis y cumplís la ley que os promulgué, si no escucháis las palabras de mis siervos los profetas, que os he enviado sin cesar (a pesar de que no hacíais caso), trataré a este templo como al de Siló, y haré de esta ciudad fórmula de maldición para todos los pueblos de la tierra’”».

Los profetas, los sacerdotes y todos los presentes oyeron a Jeremías pronunciar estas palabras en el templo del Señor. Cuando Jeremías acabó de transmitir cuanto el Señor le había ordenado decir a la gente, los sacerdotes, los profetas y todos los presentes lo agarraron y le dijeron:

«Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este templo acabará como el de Siló y que esta ciudad quedará en ruinas y deshabitada?».

Y el pueblo se arremolinó en torno a Jeremías en el templo del Señor.

Salmo 68, 5. 8-10. 14

R/. Que me escuche tu gran bondad, Señor.

Más que los pelos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
numerosos los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver lo que no he robado? R/.

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre.
Porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mi. R/.

Mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude. R/.

 

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