Ser enemigos de Dios es solamente aspirar a las cosas terrenas

Ser enemigos de Dios es solamente aspirar a las cosas terrenas

Evangelio según san Lucas 16, 1-8

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:

«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”. El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.

Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite». Él le dijo: «Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él dijo: “Cien fanegas de trigo”. Le dice: “Toma tu recibo y escribe ochenta”.

Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia.

Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».

Comentario

En la primera lectura de la misa de hoy, Pablo comienza presentándose a sí mismo, “sed imitadores míos” y mirad, fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros, aquello que yo os he enseñado. El vivía de tal manera que su única prioridad fue hacer la voluntad de Dios. Esta vez el ruego no es como otras veces. Es de una forma especial, podemos decir; dramática,–“ahora lo repito con lágrimas en los ojos”– hay quienes se comportan en su vivir “como enemigos de la cruz de Cristo”. No quiere ni imaginar, que algunos de sus hermanos se contagien de esta corriente.

Podemos preguntarnos:¿y quiénes son esos enemigos? El mismo Pablo nos lo dice: son aquellos que “solo aspiran a cosas terrenas”, que han cambiado a Dios, bien infinito, por la perdición. Pervierten el evangelio de Cristo, niegan la salvación que nos trajo Jesucristo y que con fe esperaron y esperamos.  Es lo peor que puede suceder en la vida de un ser humano, de un cristiano: quien habiendo conocido y vivido la fe, la haya abandonado o se haya relajado de tal modo que haga imposible reconocerlo como cristiano.

El evangelio de hoy nos presenta una parábola que trata de la administración de los bienes, sólo está en el evangelio de Lucas. Se la conoce como la parábola del administrador deshonesto. El final o conclusión de la parábola es desconcertante. “El Señor alabó al administrador injusto porque había obrado con sagacidad, pues los hijos de este mundo son más sagaces con los de su clase que los hijos de la luz.” Jesús no alaba el robo, ni el soborno sino la presencia de espíritu del administrador. Sabe calcular bien las cosas y sabe encontrar una salida, cuando de repente se ve sin trabajo. La historia nos muestra la importancia de la astucia y la previsión. El administrador, aunque deshonesto, fue capaz de anticipar su futuro y actuar en consecuencia. Esta habilidad para prever y actuar es crucial en nuestra vida diaria.

Dejemos claro que la costumbre del soborno es una costumbre de “pecado”, se comienza quizá con algo pequeño, ¡pero es como la droga! Esa “costumbre” en nuestra vida nos resta libertad, hace perdernos la dignidad de seres humanos.  Pervierten el evangelio de Cristo, niegan la salvación que nos trajo Jesucristo y que con fe esperaron y esperamos.

Lecturas del día

Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 17 – 4,1

Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque —como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos— hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas.

Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.

EL transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.

Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Salmo 121, 1bc-2. 3-4ab 4cd-5

R/. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor. R/.

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

 

 

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