Jesús iba caminando y proclamando la Buena Noticia del Reino de Dios

Jesús iba caminando y proclamando la Buena Noticia del Reino de Dios

Evangelio según san Lucas 8, 1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Comentario del Evangelio 

Si los muertos no resucitan…

El capítulo 15 de la primera carta a los Corintios lo dedica Pablo al tema de la Resurrección. La comunidad reunida en asamblea litúrgica era el lugar idóneo para hablar de la resurrección de Cristo y tratar de comprenderla. Aunque el camino para comprender esta realidad fue indudablemente largo para la primitiva comunidad cristiana, como nos lo dicen múltiples tradiciones, parece que en esta carta no plantea gran dificultad.

Lo que les resultaba difícil a los corintios era comprender la resurrección de los cristianos. Algunos debieron infravalorar el tema de la resurrección creyendo que se había realizado ya en esta vida, por el contrario, otros la negaban por completo, puesto que en la cultura helenista la resurrección de los cuerpos era impensable. Pablo reacciona enérgicamente y se remite al evangelio.

El evangelio anunciado por el apóstol y que los corintios han acogido tiene precisamente por objeto la muerte, sepultura y resurrección de Cristo (cf l Cor 15,1-11). La resurrección de Cristo no se puede pensar de forma aislada. Si se niega la resurrección de los cristianos, se niega también la de Cristo, con todas las consecuencias que de ello se derivan (15,12-19).

Pablo va a mostrar el absurdo de tal posición en dos pasos sucesivos. En el primero se establece que, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado, y en el segundo se concluye que si Cristo no ha resucitado vana es la predicación y la fe. Pablo quiere mostrar la inconsecuencia que existe en admitir una y rechazar la otra. Porque además si Cristo no ha resucitado, esa misma experiencia de fe es vana, ilusoria, no tiene fundamento alguno.

Toda esperanza se proyecta siempre hacia un futuro, si en el futuro no se cumple, nuestra esperanza es falsa y nos convierte en los más desgraciados de todos los seres humanos. Pero la nueva humanidad ha comenzado en Cristo resucitado, Pablo nos lo recuerda para alentar la fe de los corintios y la nuestra.

… y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

La lectura del evangelio de hoy nos pone en sintonía con el grupo de discípulos de Jesús integrado por los Doce y por algunas mujeres que él había sanado. No es la primera vez que vemos a Jesús en compañía o en relación con las mujeres, algo que es su tiempo era impensable para cualquier varón judío. Las innumerables normas que marcaban las relaciones entre el hombre y la mujer relegaba a esta última al ámbito de lo privado, de la casa, la intimidad o los hijos.

Sin embargo, Jesús cambia la mentalidad de su época para abrirles a la nueva realidad del Reino que incluye a todo ser humano, sobre todo a los último, a los que no cuentan, a los excluidos. En el evangelio de Lucas las mujeres son protagonistas de los diferentes acontecimientos que Jesús realiza: son receptoras de la buena noticia del Reino, el Señor las cura, las sana, pone su condición como ejemplo del Reino y las llama a su seguimiento.

No deja de sorprendernos que al igual que el evangelista nos da el nombre de los Doce, aquí también llama a algunas de las seguidoras de Jesús por su nombre propio. María la Magdalena, discípula de Jesús y testigo de su muerte, sepultura y resurrección en los cuatro evangelios. Juana, mujer de un intendente de Herodes, bastante conocido y que acompaña a María Magdalena en los momentos más significativos de la vida de Jesús. Susana y otras mujeres que le ayudaban con sus bienes, que para Lucas tiene un significado más amplio: compartir los bienes trae consigo compartir la vida, la comunión, formar parte de esa comunidad del Reino en esta tierra.

Ser discípula, al igual que discípulo, es entrar en la dinámica de Jesús de Nazaret, adherirse a su persona, ser consecuente con su proyecto hasta la muerte. Ser predicadora de buenas noticias, de una palabra fecunda, que genera vida y vida nueva.

Que las mujeres fuesen discípulas de Jesús en un mundo y en un tiempo donde la mujer no tenía ningún valor, nos habla mucho de la transformación que puede sufrir nuestro mundo, nuestra historia, nuestra mentalidad si realmente nos abrimos a ese Reino de Dios que siempre gesta vida y vida en abundancia.

Así nos lo recuerdan también los mártires que celebramos hoy con la entrega de una vida totalmente resucitada.

Lecturas del día

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12-20

Hermanos:
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?

Pues bien: si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Pero si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe; más todavía: resultamos unos falsos testigos de Dios, porque hemos dado testimonio contra él, diciendo que ha resucitado a Cristo, a quien no ha resucitado… si es que que los muertos no resucitan.

Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.

Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad. Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

Salmo 16, 1. 6-7. 8 y 15

R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha. R/.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.

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