Evangelio según san Mateo 13, 36-43
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». Él les contestó:
«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el final de los tiempos y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
Comentario
Se espera la paz, y no hay bienestar, al tiempo de la cura sucede la turbación
Parece interesante la profecía de Jeremías si se quiere avanzar en la vida humanizando el mundo en el que vivimos. El profeta que viene de parte de Dios trata de presentar el contexto difícil por que pasa el pueblo de Israel, en concreto el reino de Judá, un escenario realmente trágico: «guerra, muerte, destrucción, campos baldíos…» Radiografía que por desgracia nos resulta conocida: «el vagar sin sentido por la vida» de tantas personas que se ven en esos mismos contextos, se ve que las sociedades de todos los tiempos tienen ese tipo de «alzhéimer» que les impide reconocer lo que sucede cuando no vivimos en clave de humanizar la vida desde el amor y le damos la espalda a Dios.
En el corazón está ese deseo que se alza como un grito desesperado para que todo cambie y volvamos a encontrar el norte que hemos perdido como humanidad: «se espera la paz» no queremos acostumbrarnos a escenarios de desolación en los que imperen la violencia, odio, rencor, sino que lo que queremos es vivir centrados en el proyecto de plenitud y vida que nos presenta Dios. Cada vez que olvidamos que el otro es «imagen y semejanza de Dios» cometemos atropellos. Por ello, el profeta recuerda la importancia de centrar la mirada en lo que genera esperanza: Dios. El Dios de la compasión quiere que vivas según su proyecto. «Ama y haz lo que quieras» nos dice san Agustín, que no estaría mal poner un poco de amor si queremos cambiar los panoramas desoladores de tantas personas.
Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre
El pasaje del evangelio que nos presenta la liturgia en el día de hoy trata de mostrarnos dos contextos totalmente antagónicos entre sí (Reino: casa, luz; Cizaña: maligno, fuego). Uno de ellos, es el Reino de Dios en el que Jesús pone toda su energía en anunciarlo, y, el otro escenario, está marcado por las tinieblas del mal. Sería la vida al margen de la plenitud de vida que Jesús trata de anunciar como un proyecto de humanización, liberación, fraternidad y vida entre los seres humanos.
Un elemento que aparece en el primer grupo y que nos puede ayudar a captar el sentido del texto es: «se fue a casa», con ello, se genera una estructura en la que se permite la predicación de los valores del reino, la fraternidad porque se vinculan con lazos que van más allá de la sangre a los que están bajo ese techo, y se crea la plataforma necesaria para llevar a cabo la misión: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14). La casa como lugar de las relaciones fraternas con el Maestro y plataforma capaz de llevar mensaje de luz en la oscuridad del sin sentido.
De este modo, con la categoría «casa» se puede entender un poco mejor la realidad del Reino. Aquellos que acogen el proyecto del Reino de Dios, están con Jesús dentro de la casa, vinculados, en comunión, unidos. Hay una relación de aceptación del proyecto y un compromiso de implantar el Reino. De lo contrario, los que se encuentran fuera son aquellos que por diversas cuestiones no quieren aceptar el proyecto del Reino de Cristo: «El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama» (Mt 12,30).
Jesús, explica el sentido de la parábola, expresando los dos escenarios posibles en los que se puede encontrar el ser humano: El que no lo acepta y vive desde una clave egoísta, obrando iniquidad, le toca en suerte el «rechinar de dientes». Al obrar el mal te vas destruyendo, te consumes. Sin embargo, el que acepta y trabaja por construir el Plan de Dios, «brilla», es luz. No quiere decir que haya ausencia de tribulaciones, sino que ha comprendido el sentido que tiene la vida en entregarse, que el proyecto de Jesús es liberador y que somos luz cada vez que regalamos a los demás parte de nuestra vida.
Lecturas del día
Lectura del profeta Jeremías 14, 17-22
Mis ojos se deshacen en lágrimas,
de día y de noche no cesan:
por la terrible desgracia que padece
la doncella, hija de mi pueblo,
una herida de fuertes dolores.
Salgo al campo: muertos a espada;
entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
tanto el profeta como el sacerdote
vagan sin sentido por el país.
¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
¿Tiene asco tu garganta de Sion?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se espera la paz, y no hay bienestar,
al tiempo de la cura sucede la turbación.
Reconocemos, Señor, nuestra impiedad,
la culpa de nuestros padres,
porque pecamos contra ti.
No nos rechaces, por tu nombre,
no desprestigies tu trono glorioso;
recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
¿Tienen los gentiles ídolos de la lluvia?
¿Dan los cielos de por sí los aguaceros?
¿No eres tú, Señor, Dios nuestro;
tú, que eres nuestra esperanza,
porque tú lo hiciste todo?
Salmo 78, 8. 9. 11 y 13
R/. Por el honor de tu nombre líbranos, Señor.
No recuerdes contra nosotros las culpas
de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte.
Nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.