Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón

Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón

Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Comentario del Evangelio 

Es fácil sentirse agobiado cuando lucho solo. Pienso que sería llevar mi carga con la ayuda de Jesús. El promete que su actitud de humildad y dulzura harán la diferencia. Que yo reciba, sin preguntas, el amor de Dios. Las últimas líneas de hoy han sido de gran ayuda y consuelo para millones de personas a través de los años. Todos conocemos momentos de llevar pesadas cargas de fracasos, dolores, perdidas, lástima, culpa, depresión, desesperanza. Todo puede ser parte de nuestra oración y relación con Dios. Con solo en admitir honestamente nuestras necesidades podemos compartir la paz de Dios.

Lecturas del día

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1, 5 — 2, 2

Queridos hermanos:   Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.

Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Sal 102, 1b-2. 8-9. 13-14. 17-18a

Bendice, alma mía, al Señor

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.

La misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza.

Reflexión del Evangelio de hoy   “Dios es luz”  Si caminamos en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros…

Dios es la luz, y estar en la luz es estar en comunión con él, que implica no andar en las tinieblas. Andamos en tinieblas cuando nos engañamos a nosotros mismos. Cuando nos vemos como queremos vernos -y que nos vean-; pero no como somos.

Las tinieblas son el engaño. El engaño sobre nosotros mismos: cuando huimos del conócete a ti mismo, lema del sabio del mundo clásico, para no ver nuestro pecado, nuestras oscuridades. O cuando nos encerramos en nuestra autosuficiencia, y lo que hacemos y pensamos es autorreferencial. Entonces no comulgamos con los demás. No nos interesa construir comunión con ellos.

Conocernos, esforzarnos en que haya esa comunión, siempre en el ámbito del misterio de nuestro ser, exige saber de nuestras debilidades. También morales, los pecados. Conocernos ante Dios, ante la verdad, es ponerse en sus manos. Él actuará desde la comprensión y el perdón hacia nosotros.

“Se las has revelado a los pequeños”

Este texto expresa un momento feliz de Jesús de Nazaret. Feliz porque ve que las personas sencillas aceptan lo que les comunica. No interponen entre lo que él dice y la seguridad de no necesitar lecciones: considerarse sabios. El sencillo, el pequeño siente el misterio, algo que le desborda, que no llega a penetrar, reconoce sus limitaciones. Solo le queda la confianza en quien sabe más que él, y quiere enseñarle.

Es una gran pobreza intelectual y humana, sentir que no existen misterios que la mente humana no pueda explicar. El sabio auténtico es el humilde que sabe de sus limitaciones. Y está abierto a aceptar lo que le enseñe alguien que sepa más, y le merezca confianza. El sencillo es el sabio de verdad porque tiene fe, tiene confianza, está abierto a la sabiduría, que le viene de afuera.

El misterio, nos supera y nos abruma, puede agobiarnos, necesitamos seguridad cognoscitiva y, afectiva. Solo lo conseguiremos cuando alguien nos ofrece su verdad, y con ella su afecto. Alguien que es superior a nosotros, sabe lo que no sabemos. Y además nos ama. Nos sentiremos aliviados.

El yugo de las limitaciones, de nuestras ignorancias, de no saber cómo no dejarnos aplastar por las circunstancias de la vida, se supera al encontrar en Jesús una persona mansa, acogedora, humilde de corazón, una mano amiga.

Bien estaría que nos preguntáramos sobre el nivel de sencillez, de mansedumbre en nuestro vivir, mirando a Jesús de Nazaret.

Hoy celebramos a Santa Catalina de Siena. Ejemplo de cómo a una mujer, mujer de entonces, analfabeta casi toda su vida, sencilla, pequeña, curtida por una vida dura, pues a su alrededor la peste negra se llevó a muchos de su familia, ha encontrado la acogida del dulce Jesús y por el relato de sus experiencias en “Dialogo” con Él ha sido proclamada doctora de la Iglesia. Desde sus limitaciones ha sentido la fuerza de Dios. Y, como se indicaba en la primera lectura, la ha llevado a sentir al hermano, a entregarse a construir comunión en la sociedad civil, en la Orden de Predicadores a la que pertenecía y en la Iglesia. Por eso es patrona de Europa y de Italia.

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