Evangelio según san Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Lectura del libro de Isaías 42, 1-7
Mirad a mi siervo,
a quien sostengo;
mi elegido,
en quien me complazco.
He puesto mi espíritu sobre él,
manifestará la justicia a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
la mecha vacilante no la apagará.
Manifestará la justicia con verdad.
No vacilará ni se quebrará,
hasta implantar la justicia en el país.
En su ley esperan las islas.
Esto dice el Señor, Dios,
que crea y despliega los cielos,
consolidó la tierra con su vegetación,
da el respiro al pueblo que la habita
y el aliento a quienes caminan por ella:
«Yo, el Señor,
te he llamado en mi justicia,
te cogí de la mano, te formé
e hice de ti alianza de un pueblo
y luz de las naciones,
para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la cárcel,
de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Salmo de hoy
Sal 26, 1. 2. 3. 13-14 R/. El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen. R/.
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Reflexión de las lecturas de hoy Para que abras los ojos de los ciegos…
En pleno Antiguo Testamento, Isaías nos habla del siervo del Señor y de todas las acciones que va a realizar en favor de su pueblo. El traer “el derecho a las naciones”, “el implantar el derecho en la tierra” engloba todas las otras acciones que las realizará siempre sin apelar a la violencia, sino más bien sirviéndose de la suavidad, por eso “no gritará, no clamará, no voceará en las calles”. Podemos decir que empleará la ternura y será capaz de “te he cogido de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones”… para que ayudes a los ciegos, a los cautivos, a los que habitan en las tinieblas.
Bien sabemos que todo esto y mucho más y con mayor intensidad fue lo que realizó Jesús de Nazaret viniendo a nuestra tierra. Vino para ser nuestro camino, el camino que nos lleva a vivir la verdad y saborear la vida y la vida en abundancia. A eso dedicó principalmente los tres años de su vida pública, predicando de pueblo en pueblo. Las autoridades de entonces quisieron hacerle callar, pero no les hizo caso, no podía menos de regalarnos su buena notica. Y pidió a sus apóstoles que después de su muerte la divulgasen a todas las naciones.
Jesús… Lázaro, Marta, María
De entrada, vemos el cariño de Jesús por esa familia amiga, de Lázaro, a quien había resucitado, de Marta y María. Por eso, va con toda confianza a su casa, a cenar. Marta y María le expresan su amor, cada una a su manera. Marta, sirviendo a la mesa. María ungiéndole los pies con un perfume costoso. La nota discordante la pone Judas Iscariote, que en lugar de alegrase por el regalo de María a Jesús, afirma que hubiese sido mejor vender dicho perfume para dar ese dinero a los pobres, aunque en realidad era para él. Entre los judíos, algunos van a ver más a Lázaro resucitado que a Jesús, y algunos dan el paso de creer en Jesús. Por esta causa, los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro.
Como vemos, este pasaje evangélico nos muestra distintas y contrarias posturas ante Jesús. ¿Cuál es nuestra postura ante Jesús? Queremos unirnos a millones y millones de personas que, a lo largo de estos XXI siglos de cristianismo, confesamos que lo de Jesús, su persona, su amistad, sus indicaciones, sus promesas, es lo mejor que nos ha pasado y nos sigue pasando en nuestra vida. Y respondemos desde dentro a la pregunta de Jesús si queremos abandonarle: “¿A quién iríamos? tu solo tienes palabras de vida eterna”. Queremos seguir siempre con Jesús.