Evangelio según san Marcos 8, 34 – 9, 1
En aquel tiempo, llamando a la gente y a sus discípulos, Jesús les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles». Y añadió:
«En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios en toda su potencia».
Comentario del Evangelio
La cruz es algo más grande y misterioso de lo que puede parecer a primera vista. Indudablemente, es un instrumento de tortura, de sufrimiento y derrota, pero al mismo tiempo muestra la completa transformación, la victoria definitiva sobre estos males, y esto la convierte en el símbolo más elocuente de la esperanza que el mundo haya visto jamás.
Habla a todos los que sufren -los oprimidos, los enfermos, los pobres, los marginados, las víctimas de la violencia- y les ofrece la esperanza de que Dios puede convertir su dolor en alegría, su aislamiento en comunión, su muerte en vida. Ofrece esperanza ilimitada a nuestro mundo caído. Por eso, el mundo necesita la cruz.
No es simplemente un símbolo privado de devoción, no es un distintivo de pertenencia a un grupo dentro de la sociedad, y su significado más profundo no tiene nada que ver con la imposición forzada de un credo o de una filosofía. Habla de esperanza, habla de amor, habla de la victoria de la no violencia sobre la opresión, habla de Dios que ensalza a los humildes, da fuerza a los débiles, logra superar las divisiones y vencer el odio con el amor. (Benedicto XVI)
Lecturas del día
Lectura del libro del Génesis 11, 1-9
Toda la tierra hablaba una misma lengua con las mismas palabras. Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la tierra de Senaar y se establecieron allí.
Se dijeron unos a otros: «Vamos a preparar ladrillos y a cocerlos al fuego». Y emplearon ladrillos en vez de piedras, y alquitrán en vez de argamasa. Después dijeron: «Vamos a construir una ciudad y una torre que alcance el cielo, para hacernos un nombre, no sea que nos dispersemos por la superficie de la tierra». El Señor bajó a ver la ciudad y la torre que estaban construyendo los hombres. Y el Señor dijo:
«Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua y esto no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo».
El Señor los dispersó de allí por la superficie de la tierra y cesaron de construir la ciudad. Por eso se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra, y desde allí los dispersó el Señor por la superficie de la tierra.
Sal 32,10-11.12-13.14-15
Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad
El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres.
Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
Reflexión de las lecturas de hoy Escoger el camino verdadero
El relato de la torre de Babel es un ejemplo más de que la Biblia no es un libro de ciencias de la naturaleza o del lenguaje, sino que sólo se preocupa de transmitir un mensaje religioso.
La narración, sin embargo, recoge datos reales de la ciudad y de la cultura de Babilonia: Variedad de idiomas, que hablarían sus muchos prisioneros: edificios construidos con ladrillos: una torre piramidal de siete pisos el último con un santuario consagrado a Marduk, dios de Babel o Babilonia.
Esta torre, de las muchas que había en Mesopotamia, es para el autor bíblico el símbolo del pecado fundamental: la soberbia. Y al contemplar la ciudad, llena de construcciones espléndidas y de hombres que no se entienden, piensa que la división entre los hombres es la consecuencia de haber abandonado a Dios.
Con este relato, lleno de colorido, nos expresa la realidad de un mundo orgulloso en el que los hombres no nos entendemos, nos odiamos y nos separamos porque no queremos saber nada de Dios. Hoy podemos adorar a dioses falsos. En nuestras ciudades, muchos hombres se valen de la técnica y del progreso para esclavizar a otros hombres; algunos desean gozar sin fin, incluso a costa de los demás. El hombre empieza a regir su vida por los intereses particulares. De esta manera convertimos la ciudad en una selva virgen donde nadie se entiende, porque cada uno habla el lenguaje de su propio egoísmo. Ciudades sin Dios, donde el hombre vive contra el hombre. El Espíritu de Dios nos reunirá a los hombres en la Iglesia de Jesucristo. Fue enviado en Pentecostés para que todos nos entendamos y hablemos el mismo lenguaje del amor y del respeto. Completará su obra en la asamblea de los santos, en la Jerusalén celestial.
Tras las huellas de Jesús
Hoy no es fácil conocer el sentido de la misión de Jesús y el camino que hay que recorrer. ¿Somos de los que proclaman y defienden la fe en Cristo y desconocen o huyen del camino que lleva a Él?
Tras las huellas del crucificado. Primera instrucción: Jesús ha enseñado en parábolas. También con signos o milagros. Marcos relata ahora la enseñanza explícita del Maestro. A los tres anuncios de la Pasión siguen otras tantas instrucciones. Son catequesis de Jesús a los que quieren seguirle. También la gente está presente. Las condiciones para seguir a Jesús se dicen en público. Todo el mundo las oye.
Negarse y cargar con la cruz son, en el fondo, el anverso y reverso de una misma decisión: aceptar perder la vida por Jesús y por el Evangelio. Sólo así la salvaremos. Enseñanza desconcertante, pero constante: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda infecundo; pero si muere da mucho fruto. Es doctrina segura: Si morimos con Él, viviremos con Él”. El ambiente tenso de la persecución romana pudiera flotar detrás de estas palabras exigentes. Ser discípulo de Cristo, para los oyentes de Marcos, puede entrañar el riesgo de morir mártir por Cristo.
Este Jesús, que tiene exigencias tan radicales, es el Hijo del Hombre a quien el Padre, su Padre, ha dado poder para juzgar a todos los hombres. He aquí una fórmula de fe antigua y precisa. Porque tiene un poder tan extraordinario, Jesús terminará siendo reconocido como Hijo de Dios.
¿Somos de los que proclaman y defienden la fe en Cristo y desconocen o huyen del camino que lleva a Él?