Evangelio según san Juan 1,47-51
En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Comentario del Evangelio
Los ángeles en algunos círculos parecieran estar de moda, especialmente en los nuevos movimientos religiosos o culturales. En la Biblia también están muy presentes. Se les presenta como agentes de Dios en la historia de la salvación, pero no son objeto central del credo cristiano. En la Tradición de la Iglesia, se celebra de manera conjunta a estos tres Ángeles, que tienen nombre propio, recibido por su misión: Miguel, “¿Quién como Dios?”; Gabriel, “Hombre de Dios”; Rafael, “Medicina de Dios”. Hoy en el evangelio Jesús anticipa un triunfo, que estará marcado por el signo de los Ángeles de Dios, ubicándose entre Jesús y el Cielo, mostrando justamente la condición celestial del Señor. Ellos aparecen como quienes están al servicio. Cabe destacar que de alguna manera este signo, surge como resultado de un encuentro con Natanael a quien Jesús llama a seguirlo, de este modo, si con autenticidad y sin doblez nos dejamos acompañar por el Señor, seremos capaces de seguirlo y contemplaremos cosas mayores. Hoy nos preguntamos si nuestro seguimiento y fidelidad al Señor:
¿Nos ha permitido contemplar su presencia en nuestra vida?
¿De qué manera somos también nosotros reflejo de su presencia y acción?
¿Seguimos a Jesús o nos dejamos engañar por los mensajes esotéricos?
Lecturas del dia
Lectura de la profecía de Daniel 7,9-10.13-14
Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.
Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.
Sal 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario.
Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
Reflexión del Evangelio La revelación de los ángeles en la Escritura
Hay dos días en el año litúrgico dedicados a los ángeles. Uno es éste, el 29 de septiembre, en que se celebra a los tres arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael; otro, el 2 de octubre, día de los ángeles custodios (o “ángeles de la guarda”). Son una representación de esa realidad misteriosa y grandiosa que llamamos la ‘corte celestial’: esa numerosa muchedumbre de seres que rodean el trono de Dios, según las descripciones que nos hacen algunos libros de la Biblia, no sólo los de mayor simbolismo (como el Apocalipsis), sino también otros de lenguaje más corriente, como los evangelios.
Su existencia es por tanto una revelación de la Sagrada Escritura, a la vez que un reflejo también de otras culturas religiosas contemporáneas. Nos habla de estos ‘mensajeros’ (eso es lo que significa ‘ángel’), que aparecen de ordinario como intermediarios entre Dios y la humanidad. Sus cometidos principales se concretan en la glorificación de Dios, la comunicación de mensajes divinos a la humanidad y la colaboración con Dios en la realización de su proyecto de salvación del mundo.
La fiesta de hoy recuerda a tres de estos seres celestiales de los que habla la Escritura: Miguel (“¿Quién como Dios?”), que aparece al frente de los demás ángeles en la lucha contra el mal (Ap 12, 7-8); Gabriel (“héroe de Dios”), que anuncia el nacimiento de Juan Bautista y el de Jesús (Lc 1, 19.26-27); y Rafael (“Dios cura”), que interviene en la historia ejemplar de Tobit (Tob 12, 15). Son tres personajes emblemáticos, al servicio de la providencia de Dios. ¿Hemos reflexionado alguna vez en el cuidado que Dios tiene de nosotros a través de estos servidores incondicionales de sus designios de amor? ¿Los hemos tenido en cuenta en nuestra vida de fe?
Los ángeles en la misión de Jesús y en la obra de la salvación
Jesús en el evangelio de hoy aparece hablando con Natanael, que será pronto uno de sus discípulos más cercanos. Pero sin duda este pasaje se ha escogido por lo que dice en su última frase: “Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. Responde a la admiración que suscitó en Natanael comprobar que Jesús lo conocía a fondo. Les anuncia que verán cosas mayores que ésa: por ejemplo, el cielo abierto y a los ángeles.
Ver a los ángeles no es algo que vea todo el mundo, ni siquiera todos los cristianos. Y sin embargo se han hecho visibles muchas veces en la Escritura y a lo largo de la historia de la Iglesia. Además, los evangelistas hablan de la cercanía de los ángeles a Jesús en algunos momentos de su misión terrena (Mt 4, 11; Lc 22, 43); están también a su disposición en el momento de la pasión (Mt 26, 53); le acompañarán el día de su venida definitiva (Mt 25, 31) y los enviará para reunir a los elegidos (Mt 24, 31).
Por otra parte, se subraya su intervención en la vida terrena de los hombres: Ya hemos mencionado las dos anunciaciones (Lc 1, 19.26); comunican a los pastores el nacimiento del Mesías (Lc 2, 9ss); testifican la resurrección y la ascensión de Jesús (Mt 28, 5; Hch 1, 10); están al servicio de los que se salvan (Heb 1, 14); presentan a Dios las oraciones de los santos (Ap 8, 3); conducen el alma de los justos al paraíso (Lc 16, 22). A la liturgia incesante que celebran en el cielo (Ap 4, 8ss) se asocia cada día la Iglesia en su liturgia eucarística (Gloria, Prefacio, Sanctus). Y compartiremos con ellos la gloria del reino de Dios.