EL ESPIRITU SANTO MEMORIA VIVIENTE DE LA IGLESIA

EL ESPIRITU SANTO MEMORIA VIVIENTE DE LA IGLESIA

Cristo glorificado a la derecha del Padre continúa realizando su promesa, enviando sobre la Iglesia el Espíritu vivificante, que nos enseña, nos recuerda y nos hace hablar.

El Espíritu Santo nos enseña

Es el Maestro interior. Nos guía por el camino justo, a través de las situaciones de la vida. Él nos enseña el camino. En los primeros tiempos de la Iglesia, el cristianismo era llamado “el Camino” (Hech 9,2), y el mismo Jesús es el Camino.

El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo, a caminar sobre sus huellas. Más que un maestro de doctrina, el Espíritu es un maestro de vida. Y ciertamente de la vida forma parte también el saber, el conocer, pero dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana.

El Espíritu Santo nos recuerda

Nos recuerda todo aquello que Jesús ha dicho. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y mientras nos hace recordar, nos hace entender las palabras del Señor. Éste recordar en el Espíritu y gracias al Espíritu no se reduce a un hecho mnemónico (perteneciente o relativo a la memoria), es un aspecto esencial de la presencia de Cristo en nosotros y en la Iglesia.

El Espíritu de verdad y de caridad nos recuerda todo aquello que Cristo ha dicho, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido de sus palabras. Esto requiere de nosotros una respuesta: cuanto más generosa sea nuestra respuesta, más las palabras de Jesús se vuelven vida, actitudes, elecciones, gestos, testimonio, en nosotros. En esencia, el Espíritu nos recuerda el mandamiento del amor, y nos llama a vivirlo.

Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano. Es un hombre o una mujer prisionero del momento, que no sabe atesorar su historia, no sabe leerla y vivirla como historia de salvación.

En cambio, con la ayuda del Espíritu Santo, podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. ¡Que el Espíritu Santo reviva en todos nosotros la memoria cristiana!

El Espíritu Santo nos hace hablar

El Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda, y –otro aspecto–, con Dios y con los hombres. Nos hace hablar con Dios en la oración. La oración es un don que recibimos gratuitamente; es diálogo con Él en el Espíritu Santo, que ora en nosotros y nos permite dirigirnos a Dios llamándolo Padre, Papá, Abba (Rom 8,15; Gal 4,4).

Esta no es solamente una “forma de decir”, sino que es la realidad porque nosotros somos realmente hijos de Dios:

«Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rom 8,14).

El Espíritu nos hace hablar con los hombres en el diálogo fraterno. Nos ayuda a hablar con los demás reconociendo en ellos a los hermanos y hermanas; a hablar con amistad, con ternura, comprendiendo las tristezas y las alegrías,  las angustias y las esperanzas de los demás.

Pero el Espíritu Santo nos hace también hablar a los hombres en la profecía, es decir, la palabra de Dios porque nos hace “canales” humildes y dóciles de la Palabra de Dios.

En resumen, el Espíritu Santo nos enseña el camino, nos recuerda y nos explica las palabras de Jesús, nos hace orar y decirle Padre a Dios. Nos hace hablar a los hombres en el diálogo fraterno y en la profecía.

Jesús fue perentorio con los Apóstoles: no debían alejarse de Jerusalén antes de haber recibido desde lo alto la fuerza del Espíritu Santo (Hech 1,4.8). Sin Él no existe la misión, y no hay evangelización. Por esto con toda la Iglesia invocamos:

¡Ven, Santo Espíritu!

Autor: Papa Francisco, homilía extracto

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