Yo pongo mi vida en tus manos porque tú me rescatarás Señor Jesús

Yo pongo mi vida en tus manos porque tú me rescatarás Señor Jesús

Evangelio de san Juan 19,25-27

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Comentario del Evangelio

En las bodas de Caná y en la cruz, Jesús muestra su gloria y su madre está presente de modo activo. Hoy el Evangelio, nos muestra a la Virgen como Madre. Jesús estaba abriendo el corazón de su madre a la maternidad espiritual de sus discípulos, representados en la persona del discípulo que ha entendido el misterio de Jesús y ha permanecido fiel a su maestro hasta la crucifixión. La mujer que se convierte en madre del discípulo, es también la Madre de la Iglesia. De este modo, nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María. Hoy, al celebrar la Fiesta de la Patrona de Chile, le confiamos nuestro itinerario de fe y con fe la invocamos todos juntos: ¡Virgen del Carmen, Reina de Chile! Hoy nos preguntamos:

¿Reconocemos a la virgen como nuestra Madre?

¿Recurrimos a la virgen por ayuda?

Lecturas del dia

Carta a los Hebreos 5,7-9

Hermanos: Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,

Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.

Sé para mí una roca protectora,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,

porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío en ti, Señor,

y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!

Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.

Comentario de Ruperto de Deutz (c. 1075-1130) al evangelio de Juan Ahí tienes a tu madre

«Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre». ¿Con qué derecho el discípulo que Jesús amaba es el hijo de la madre del Señor? ¿Con qué derecho ésta es su madre? Es porque ella había dado a luz, entonces sin dolor, al que es la causa de la salvación de todos cuando de su carne nació el Dios hecho hombre. Ahora es con gran dolor que ella da a luz estando de pié junto a la cruz.

A la hora de su Pasión, el mismo Señor había, justamente, comparado a los apóstoles con una mujer que da a luz, diciendo: «La mujer cuando va a dar a luz está triste porque le ha llegado su hora. Pero cuando el niño ya ha nacido se olvida de sus angustias pasadas, porque en el mundo ha nacido un ser humano» (Jn 16,21).

¿Cuánto más un hijo como él ha podido comparar una tal madre, esta madre que se encuentra de píe junto a la cruz, a una mujer que da a luz? ¿Qué digo, comparar? Ella es verdaderamente mujer, y verdaderamente madre y, en esta hora sufre auténticos dolores de parto. Ella no experimentó los dolores de parto cuando dio a luz a su hijo tal como las demás mujeres; es ahora que ella sufre, que es crucificada, que experimenta la tristeza como la que da a luz porque ha llegado su hora (Jn 13,1; 17,1)

Cuando esta hora habrá pasado, cuando la espada de dolor habrá traspasado enteramente su alma que da a luz (Lc 2,35), entonces tampoco ella «se acordará ya más de la angustia sufrida, porque en el mundo ha nacido un ser humano» –el hombre nuevo que renueva todo el género humano y reina sin fin sobre el mundo entero, verdaderamente, más allá de todo sufrimiento, nacido inmortal, el primer nacido de entre los muertos. Sí, en la Pasión de su hijo único, la Virgen ha dado a luz la salvación para todos, por eso es en verdad la madre de todos.

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