Ustedes no saben discernir los tiempos presentes pero si el clima

Ustedes no saben discernir los tiempos presentes pero si el clima

Evangelio según San Lucas 12,54-59

Jesús dijo a la multitud:  Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?  ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Comentario del Evangelio

Sabemos reconocer los signos superficiales del tiempo, atendemos a los detalles, pero tenemos dificultades para llegar a lo más hondo. Vivimos sumergidos en una sociedad del espectáculo, donde lo secundario aparece a menudo en primer plano y la distracción se convierte en lo más importante. Sin darnos cuenta, reproducimos esos valores y relativizamos los del Evangelio. En el torbellino de las horas y los días nos perdemos a nosotros mismos y dejamos de saber quiénes somos. Jesús nos pide que seamos capaces de interpretar la vida a partir de lo esencial. Él pone cada día en nuestro corazón el desafío luminoso de la verdad.

Lecturas del dia

Carta de San Pablo a los Efesios 4,1-6

Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.

Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.

Salmo 24(23),1-2.3-4ab.5-6

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque El la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;

él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.

Carta Apostólica del  Papa Juan Pablo II (1920-2005)   Los signos de los tiempos en que estamos

¿No es acaso un « signo de los tiempos » el que hoy, a pesar de los vastos procesos de secularización, se detecte una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en una renovada necesidad de orar? También las otras religiones, ya presentes extensamente en los territorios de antigua cristianización, ofrecen sus propias respuestas a esta necesidad, y lo hacen a veces de manera atractiva. Nosotros, que tenemos la gracia de creer en Cristo, revelador del Padre y Salvador del mundo, debemos enseñar a qué grado de interiorización nos puede llevar la relación con él.

La gran tradición mística de la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, puede enseñar mucho a este respecto. Muestra cómo la oración puede avanzar, como verdadero y propio diálogo de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseída totalmente por el divino Amado, sensible al impulso del Espíritu y abandonada filialmente en el corazón del Padre. Entonces se realiza la experiencia viva de la promesa de Cristo: «El que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14,21)…

Sí, queridos hermanos y hermanas, nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas «escuelas de oración», donde el encuentro con Cristo no se exprese solamente en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y viveza de afecto hasta el «arrebato del corazón». Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios.

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