Todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado

Todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado

Evangelio según San Marcos 8,1-10

En esos días volvió a reunirse una gran multitud y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos. Los discípulos le preguntaron: ¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer? El les dijo: ¿Cuántos panes tienen ustedes? Ellos respondieron: Siete.

Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado.

Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.

Comentario del Evangelio

Jesús al darse cuenta de la necesidad de la gente se identifica con ellos, implicando a sus discípulos y les pide a ellos una posible solución, pero los discípulos reconocen su incapacidad y no ven la forma de paliar esa carencia. ¿somos nosotros capaces de compartir con otros? ¿confiamos en que Dios va a ayudarnos en esta situación? La enseñanza que el Señor quiere darnos es que es más grande dar que recibir. El no se preocupó en saber si alcanzan o no. Quiera Dios otorgarnos el don de ser agradecidos siempre, en lugar de estar quejándonos constantemente.

Lecturas del dia

Libro de Génesis 3,9-24

Después que Adán comió del árbol, el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”. “Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí”. El replicó: “¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?”. El hombre respondió: “La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él”. El Señor Dios dijo a la mujer: “¿Cómo hiciste semejante cosa?”. La mujer respondió: “La serpiente me sedujo y comí”. Y el Señor Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón”.

Y el Señor Dios dijo a la mujer: “Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor. Sentirás atracción por tu marido, y él te dominará”. Y dijo al hombre: “Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. El te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo. Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!”.

El hombre dio a su mujer el nombre de Eva, por ser ella la madre de todos los vivientes. El Señor Dios hizo al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles y los vistió. Después el Señor Dios dijo: “El hombre ha llegado a ser como uno de nosotros en el conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que ahora extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre”.

Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado. Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida.

Salmo 90(89),2.3-4.5-6.12-13

Antes que fueran engendradas las montañas,
antes que nacieran la tierra y el mundo,
desde siempre y para siempre, tú eres Dios.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,

con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”.
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.

Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…?
Ten compasión de tus servidores.

Homilías de san Beda el Venerable (c. 673-735)   Me da pena esta multitud

La narración de este milagro da lugar a constatar las operaciones diferentes de la divinidad y la humanidad, en la única y misma persona de nuestro Redentor. En consecuencia, aleja totalmente del credo de los cristianos y del seno del cristianismo el error de Eutiques, que osaba decir que había en Jesús una única operación.

¿Quién no ve que el sentimiento de pena que Nuestro Señor siente por esa multitud es un sentimiento de compasión propio a la naturaleza humana? ¿Pero quién no ve, al mismo tiempo, que es una obra de la potencia divina dar de comer a cuatro mil hombres con siete panes y algunos peces?

“Todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado” (Mc 8,9). Esa multitud que acaba de comer y saciarse no se lleva los restos de pan, sino que los deja recoger por los discípulos en los canastos, como había efectuado anteriormente. Este hecho, explicado literalmente, nos enseña a estar contentos cuando tenemos lo necesario y a no buscar más de ello.

El evangelista nos hace luego saber el número de los que estuvieron saciados: “Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió”. Consideremos entonces que Nuestro Señor Jesucristo no quiere despedir a nadie en ayunas y, al contrario, desea dar a todos los hombres el alimento de su gracia.

En sentido figurado, hay una diferencia entre este segundo milagro (Mc 8,1-9) y la primera multiplicación (Mc 6,30-45) de cinco panes y dos peces. La primera multiplicación es figura de la escritura del Antiguo Testamento, que estaba como pleno de gracia del Nuevo. La segunda multiplicación representa la verdad y la gracia del Nuevo Testamento, abundantemente comunicadas a los fieles.

La multitud que, según el testimonio de San Mateo, espera tres días la sanación de sus enfermos (cf. Mt 15), es figura de los elegidos que tienen fe en la Santa Trinidad y con una oración perseverante imploran el perdón de sus pecados. También representa a los que se convierten al Señor con sus pensamientos, palabras y acciones.

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