Si quieres entrar en la Vida eterna cumple los Mandamientos

Si quieres entrar en la Vida eterna cumple los Mandamientos

Evangelio según San Mateo 19,16-22

Luego se le acercó un hombre y le preguntó: Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna? Jesús le dijo: ¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos. ¿Cuáles? preguntó el hombre. Jesús le respondió: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven dijo: Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer? Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme. Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.

Comentario del Evangelio

Un camino más grande

El camino a la vida eterna es camino de fidelidad a la voluntad de Dios, ya que es algo que hace la vida más bella para uno mismo y para los que están cerca. ¿Hay algo más? ¿Falta algo? El cumplimiento es necesario, pero hay un camino más grande: el de la plenitud que se alcanza cuando se deja todo para seguir a Jesús porque estar con Él es la mayor riqueza; no quita nada, sino que posibilita los mayores deseos. ¿Aspiramos a cumplir o a vivir una vida plena? Lo primero es importante y necesario, lo segundo es mucho más grande. Sin ello, al final, queda la sombra de la tristeza.

Lecturas del día

Libro de los Jueces 2,11-19

Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales. Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había hecho salir de Egipto; fueron detrás de otros dioses – los dioses de los pueblos vecinos – y se postraron delante de ellos, provocando así la indignación del Señor. Abandonaron al Señor para servir a Baal y a Astarté. Por eso, la ira del Señor se encendió contra Israel: él los puso en manos de salteadores, que los despojaron; los entregó a los enemigos que tenían a su alrededor, y no pudieron oponerles resistencia. En todas las campañas, la mano del Señor se ponía en contra de ellos para hacerles mal, como el mismo Señor lo había dicho y jurado. Así se encontraron en una situación muy angustiosa.

Entonces el Señor suscitaba jueces, que salvaban a los israelitas del poder de los salteadores. Pero los israelitas no escuchaban a sus jueces, sino que se prostituían, yendo detrás de otros dioses y postrándose delante de ellos. Se desviaban muy pronto del camino seguido por sus padres, que habían obedecido los mandamientos del Señor. Ellos, en cambio, no hacían lo mismo. Cuando el Señor les suscitaba jueces, estaba con el juez y los salvaba de las manos de sus enemigos mientras vivía el juez, porque se compadecía de los gemidos que les provocaban sus opresores y perseguidores. Pero cuando moría el juez, volvían a pervertirse más aún que sus antepasados: iban detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, sin renunciar en nada a sus malas acciones y a su conducta obstinada.

Salmo 106(105),34-35.36-37.39-40.43ab.44

No exterminaron a los pueblos
como el Señor les había mandado;
se mezclaron con los paganos
e imitaron sus costumbres;

rindieron culto a sus ídolos,
que fueron para ellos una trampa.
Sacrificaron en honor de los demonios
a sus hijos y a sus hijas;

Se mancharon con sus acciones
y se prostituyeron con su mala conducta;
por eso el Señor se indignó contra su pueblo
y abominó de su herencia.

El Señor los libró muchas veces,
pero ellos se obstinaron en su actitud,
Sin embargo, él miró su aflicción
y escuchó sus lamentos.

De santa Teresa de Ávila (1515-1582)  Si quieres ser perfecto

¡Oh Jesús!, y ¿quién dirá que no quiere un tan gran bien, habiendo ya en especial pasado por lo más trabajoso? No, ninguna; todas decimos que lo queremos; mas como aún es menester más para que del todo posea el Señor el alma, no basta decirlo, como no bastó al mancebo cuando le dijo el Señor que si quería ser perfecto… Entrad, entrad, hijas mías, en lo interior; pasad adelante de vuestras obrillas, que por ser cristianas debéis todo eso y mucho más, y os basta que seáis vasallas de Dios. No queráis tanto que os quedéis sin nada. Mirad los santos que entraron a la cámara de este Rey, y veréis la diferencia que hay de ellos a nosotros. No pidáis lo que no tenéis merecido, ni había de llegar a nuestro pensamiento que por mucho que sirvamos lo hemos de merecer los que hemos ofendido a Dios. ¡Oh humildad, humildad! No sé qué tentación me tengo en este caso, que no puedo acabar de creer a quien tanto caso hace de estas sequedades, sino que es un poco de falta de ella…. Probémonos a nosotras mismas, hermanas mías, o pruébenos el Señor que lo sabe bien hacer, aunque muchas veces no queremos entenderlo…Probémonos a nosotras mismas, hermanas mías, o pruébenos el Señor que lo sabe bien hacer, aunque muchas veces no queremos entenderlo…

Y vengamos a estas almas tan concertadas, veamos qué hacen por Dios y luego veremos cómo no tenemos razón de quejarnos de su Majestad. Porque si le volvemos las espaldas y nos vamos tristes como el mancebo del Evangelio, cuando nos dice lo que hemos de hacer para ser perfectos, ¿qué queréis que haga su Majestad que ha de dar el premio conforme al amor que le tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que ha menester nuestras obras, sino la determinación de nuestra voluntad…Harto buena disposición es, si persevera en aquello y no se torna a meter en las sabandijas de las primeras piezas, aunque sea con el deseo, que no hay duda sino que si persevera en esta desnudez y dejamiento de todo, que alcanzará lo que pretende. Mas ha de ser con condición -y mirad que os aviso de esto-, que se tenga por siervo sin provecho (Lc 12,48).

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