Santísima Trinidad

Santísima Trinidad

Evangelio según San Juan 16,12-15

En aquel tiempo dijo Jesús: Tengo mucho más que deciros, pero en este momento sería demasiado para vosotros. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye y os hará saber las cosas que van a suceder. Él me honrará, porque recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer. Todo lo que tiene el Padre, también es mío; por eso os he dicho que el Espíritu recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer.

Comentario del Evangelio

Todo lo que tiene el Padre también es mío. La Trinidad es un misterio de vida. Hoy se nos propone prestar atención al Espíritu, porque todo lo que el Espíritu nos da es lo que tiene el Hijo, y el Hijo ha recibido del Padre; así, para comprender el designio del Padre, para comprender el don del Hijo, tenemos necesidad del Espíritu, que se nos ha dado para hacernos recordar lo que dijo Jesús, para darnos el impulso evangélico.

Alabemos hoy al Protagonista interior y escondido en nuestra vida cristiana, que recibimos en el bautismo y afianzamos en la confirmación, y que guía nuestra vocación hasta el momento en que podamos encontrarnos con los tres que son un único Dios, llenos de su amor. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Lecturas del día

Libro de los Proverbios 8,22-31

El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre. Yo fui formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra. Yo nací cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas caudalosas. Antes que fueran cimentadas las montañas, antes que las colinas, yo nací, cuando él no había hecho aún la tierra ni los espacios ni los primeros elementos del mundo. Cuando él afianzaba el cielo, yo estaba allí; cuando trazaba el horizonte sobre el océano, cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando infundía poder a las fuentes del océano, cuando fijaba su límite al mar para que las aguas no transgredieran sus bordes, cuando afirmaba los cimientos de la tierra, yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él en todo tiempo, recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres.

Salmo 8,4-5.6-7.8-9

Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y las estrellas que has creado:
¿Qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos.
Todo lo pusiste bajo sus pies.

Todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.

Carta de San Pablo a los Romanos 5,1-5

Hermanos: Justificados, entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado.

Comentario de http://www.mercedarios.cl

El evangelio de San Juan, en apenas tres versículos, el evangelista nos resume todo el plan de la salvación del Padre Eterno. Todo lo que Él ha ideado desde su sabiduría eterna es una manifestación de su amor por los hombres. La máxima expresión y concreción de este amor del Padre es la entrega de su Hijo unigénito. El verbo “entregar” tiene un fuerte acento en la donación, en el sacrificio que Jesús hace de su vida en su misma encarnación y muerte de cruz, lo que se perpetúa en el sacrificio eucarístico donde vuelve a “entregarse”, a sacrificarse, por nosotros.

El plan del Padre no puede ser sino que el hombre tenga vida eterna, expresión de la máxima plenitud que podemos imaginar. Jesús viene a darnos vida eterna, su misma resurrección es prenda de garantía de esta promesa. Accedemos a este don escatológico mediante la fe con que acogemos a Jesucristo, el Hijo unigénito del Padre. El que cree en Jesús no perece, la muerte no tiene ya poder sobre él, está llamado a la vida en abundancia, la vida eterna. El plan del Padre es salvífico y el envío de su Hijo unigénito no puede entenderse sino en esta misma dirección. El Evangelio de Jesús es Buena Noticia para el hombre, es salvación, es vida eterna.

Hagamos un esfuerzo permanente por no olvidar nunca esta verdad tan central: Dios quiere nuestra salvación. Él es el que toma la iniciativa, es el Autor de nuestra dicha eterna. Y esto porque nos ama, más allá de nuestro pecado, porque “es compasivo y misericordioso, lento a la cólera”. Entonces Dios es verdaderamente nuestra meta, nuestra felicidad.

¡Cuántas distorsiones tenemos acerca del misterio de Dios, de su plan salvífico, de su amor y misericordia! Esta Fiesta de la Trinidad nos ayude a volver a descubrir a Dios como Nuestra Padre, fuente de toda paternidad y maternidad humana, base absoluta para edificar una auténtica fraternidad. ¡Qué maravilloso misterio nos envuelve! Que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo le bendiga. Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, mercedario

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