Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 11-13
Llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con Jesús; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: “¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo”.
Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Comentario
Hemos comenzado la sexta semana del “Tiempo durante el Año”, cuyo color litúrgico es el verde. Seguimos en la compañía del Evangelio según San Marcos y estamos leyendo una sección que incluyó tres milagros y concluye con una controversia sobre los signos que leemos entre hoy y mañana. La controversia se inicia con la petición de una señal por parte de los fariseos y continúa con las preguntas que el Señor les dirige a sus discípulos. En primer lugar (Mc 8,11-13), Jesús se negará a dar la señal a los fariseos y, en segundo lugar, (Mc 8,14-21) desenmascarará la incomprensión de sus discípulos. Hoy, en la primera parte de la controversia, San Marcos nos muestra a Jesús que se dispone a continuar su misión en territorio judío, e inmediatamente le salen al paso los incrédulos y ciegos fariseos, que ya estuvieron en la controversia de los ritos lavatorios (Mc 7,1), los cuales, sin creer en Él, le piden que haga un signo del cielo que demuestre que Él es el Mesías. Esta es una petición engañosa, de mala voluntad, como si fuera la tentación de Satanás (Mc 1,13); Jesús se da cuenta de ello y por eso se niega a cualquier signo, porque sabe que ese es un camino que lo llevaría a un mesianismo espectacular, y el Señor no está dispuesto a comprar la adhesión de los hombres complaciéndolos en sus falsos anhelos sensacionalistas. La fe no depende de signos espectaculares, porque la “Fe es la consistencia de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve.” (Hb 11,1). Por eso Jesús aclara que la fe no debe estar dependiendo de los milagros, sino que son los milagros los que dependen de la fe, de hecho, los signos sin la fe no dicen nada de nada. Hoy nos preguntamos:
¿Cuán pura es mi fe? ¿Busco signos o pruebas para creer? ¿Soy capaz de mantener mi fe aún en medio de grandes dificultades?
Lecturas del día
Lectura del Profeta Jeremías 17, 5-8
Esto dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.
Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.
Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto».
Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6
R. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20
Hermanos:
Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.
Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.
Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.