Oren de esta manera Padre nuestro que estás en el cielo

Oren de esta manera Padre nuestro que estás en el cielo

Evangelio según San Mateo 6,7-15

Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Comentario del Evangelio

En mi primera parroquia viví una experiencia que no he podido olvidar. Una de las enfermas que visitaba tenía Alzheimer. Estaba ya en una fase en la que había olvidado todo. Todo excepto el Padrenuestro. Daba lo mismo lo que se preguntase, la respuesta que salía de los labios de aquella mujer era el Padrenuestro. Si le preguntaba cómo se llamaba o por sus hijos o por su salud, siempre respondía rezando el Padrenuestro. Aquella cristiana, que vivía en un momento de fragilidad radical, me enseñó una lección extraordinaria. Muchas veces, cuando rezo el Padrenuestro, pienso en cómo sería rezarlo si realmente no supiese nada más y si esas palabras fuesen la única respuesta que habitase en mi corazón.

Lecturas del  día 

Libro de Isaías 55,10-11

Así habla el Señor:
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que yo quiero
y cumple la misión que yo le encomendé.

Salmo 34(33),4-5.6-7.16-17.18-19

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.

Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.

Pensamientos de san Juan María Vianney (1786-1859) cura de Ars   El amor de Dios es infinito

Actualmente, hay tan poca fe en el mundo que se espera demasiado o se desespera. Algunas personas dicen: “He hecho demasiado mal, el Buen Dios no me puede perdonar”. Hijos míos, esa palabras son una gran blasfemia. Ponen límites a la misericordia de Dios, que no tiene límites, es infinita. Aunque hubieran hecho tanto mal como para provocar la perdición de una parroquia, si se confiesan, si se arrepienten por haber hecho ese mal y no quieren hacerlo de nuevo, el Buen Dios se los perdona.

Nuestro Señor es como una madre que lleva su niño en brazos. Ese niño es travieso: da pataditas a su madre, la muerde, la rasguña. Pero la madre no presta atención, sabe que si lo deja se caerá, que no puede caminar solo. (…) Así es Nuestro Señor. (…) Soporta todos nuestros malos tratos y arrogancias, nos perdona nuestras tonterías, tiene piedad de nosotros a pesar de nosotros mismos.

Cuando se lo pedimos, el Buen Dios está siempre tan pronto para acordarnos el perdón, como una madre está pronta para retirar a su hijo del fuego.

 

JOIN OUR NEWSLETTER
Acepto recibir correos.
¿Quiere estar siempre al día? Ingrese su nombre y correo
We hate spam. Your email address will not be sold or shared with anyone else.

Su comentario