No hizo allí muchos milagros por la falta de fe de esa gente.

No hizo allí muchos milagros por la falta de fe de esa gente.

Evangelio según San Mateo 13,54-58

Al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. ¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto? Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.

Comentario del Evangelio

Conocer mucho no es conocer de verdad. Los más cercanos a Jesús se extrañan de que el Mesías pueda ser alguien tan próximo, a pesar de ver todos sus milagros y admirarse de sus palabras. Le conocen mucho… pero no lo conocen de verdad. Resulta extraño que la salvación de Dios pueda estar tan cerca. Siempre parece que se espera algo diferente, más llamativo, más importante. Pero así es la salvación del Señor, sale al encuentro en lo más cercano, tan cerca de nuestros ojos que no lo vemos. Es nuestra incapacidad de ver la que hace imposible que Dios pueda realizar cosas más grandes, como en Nazaret.

Lecturas del día

Libro del Levítico 23,1.4-11.15-16.27.34b-37

El Señor dijo a Moisés: Las fiestas del Señor, las asambleas litúrgicas que ustedes convocarán a su debido tiempo, son las siguientes: En el primer mes, el día catorce, al ponerse el sol, se celebrará la Pascua del Señor, y el quince de ese mismo mes tendrá lugar la fiesta de los Acimos en honor del Señor. Durante siete días comerán panes sin levadura. El primer día tendrán una asamblea litúrgica y no harán ningún trabajo servil. Durante siete días ofrecerán una ofrenda que se quema para el Señor. El séptimo día habrá una asamblea litúrgica y ustedes no harán ningún trabajo servil.

El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a los israelitas: Cuando entren en la tierra que yo les doy y cuando recojan la cosecha, entregarán al sacerdote la primera gavilla. El día siguiente al sábado, él la ofrecerá al Señor con el gesto de presentación, para que les sea aceptada; También contarán siete semanas, a partir del día en que entreguen la gavilla ofrecida con el gesto de presentación, o sea a partir del día siguiente al sábado. Las semanas deberán ser completas. Por eso tendrán que contar hasta el día siguiente al séptimo sábado: cincuenta días en total. Entonces ofrecerán al Señor una ofrenda de grano nuevo. Además, el décimo día de ese séptimo mes, será el día de la Expiación. Habrá una asamblea litúrgica, observarán el ayuno y presentarán una ofrenda que se quema para el Señor.

Habla en estos términos a los israelitas: Además, el día quince de este séptimo mes se celebrará la fiesta de las Chozas en honor del Señor, durante siete días. El primer día habrá una asamblea litúrgica, y ustedes no harán ningún trabajo servil. Durante siete días presentarán una ofrenda que se quema para el Señor. Al octavo día, celebrarán una asamblea litúrgica y presentarán una ofrenda que se quema para el Señor: es una asamblea solemne y ustedes no harán ningún trabajo. Estas son las fiestas del Señor, en las que ustedes convocarán las asambleas litúrgicas y presentarán ofrendas que se queman para el Señor – holocaustos, oblaciones, sacrificios y libaciones, según corresponda a cada día.

Salmo 81(80),3-4.5-6ab.10-11ab

Entonen un canto, toquen el tambor,
y la cítara armoniosa, junto con el arpa.
Toquen la trompeta al salir la luna nueva,
y el día de luna llena, el día de nuestra fiesta.

Porque esta es una ley para Israel,
un precepto del Dios de Jacob:
él se la impuso como norma a José,
cuando salió de la tierra de Egipto.

No tendrás ningún Dios extraño,
no adorarás a ningún dios extranjero:
yo, el Señor, soy tu Dios,
que te hice subir de la tierra de Egipto.

Homilía de san Bernardo (1091-1153)   “¿No es acaso el hijo del carpintero?”

Hermanos, recordemos al patriarca José…, de quien José, el esposo de María, no heredó solamente el nombre, sino la castidad, la inocencia y la gracia… El primero que recibió del cielo la explicación de los sueños (Gn 40; 41); El segundo que tuvo no sólo el conocimiento de los secretos del cielo sino el honor de poder participar en ellos. El primero, proveyó la necesidad de todo un pueblo, abasteciéndoles de trigo en abundancia (Gn 41,55); el segundo ha sido establecido guardián del pan vivo que debe dar la vida por el mundo entero. (Jn 6,51).

No hay duda de que José, que ha sido desposado con la madre del Salvador, fuera un hombre bueno y fiel, o más bien un “servidor seguro y solícito” (Mt 25,21) al que el Señor estableció al cuidado de su familia para ser el consuelo de su madre, el padre nutricio de su humanidad, el cooperador fiel en su designio sobre el mundo. De la casa de David…, descendiente de estirpe real y noble por su nacimiento, pero más noble todavía por su corazón. Sí, él fue verdaderamente hijo de David, no sólo por la sangre, sino por su fe, por su santidad, por su fidelidad al servicio de Dios.

En José, el Señor encontró, como en David, “un hombre según su corazón” (1S 13,14), a quien pudo confiar con toda seguridad, el secreto más grande de su corazón. Le reveló “los secretos más profundos de su Sabiduría” (Sal. 50,8), le reveló maravillas que ningún príncipe de este mundo ha conocido; por fin, le otorgó ver “lo que tantos reyes y profetas desearon ver y no vieron”, y oír lo que muchos desearon “oír y no oyeron” (Lc 10,24). Y no sólo verlo y oírlo, sino que llevarlo en sus brazos, conducirlo de la mano, estrecharlo sobre su corazón, abrazarlo, alimentarlo y protegerlo.

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