Los que lo tocaban se curaban

Los que lo tocaban se curaban

Evangelio según san Marcos 6,53-56

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Comentario del Evangelio

Jesús se pone al alcance de las personas para hacerse “tocar” por ellas. No puede evitar que la gente lo rodee y le acerque sus enfermos y todas sus necesidades. Jesús sabe que su vida está entregada a todos los dolientes y excluidos. Y esta actitud también es modelo para cada uno de nosotros, para todos los que nos consideramos sus discípulos. En este día acerquémonos a Jesús para que Él nos cure y sane de eso que nos inquieta y nos hace caer. Hoy nos preguntamos:

¿Cómo lo vamos  a hacer?

¿Siento que puedo tocar a Jesús?

¿Creo que EL me sanará?

Lecturas del día

Comienzo del libro del Génesis 1,1-19

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y vacía; la tiniebla cubría la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó «noche». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero. Y dijo Dios: «Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas». E hizo Dios el firmamento y separó las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue.

Llamó Dios al firmamento «cielo». Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezca lo seco».
Y así fue. Llamó Dios a lo seco «tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar». Y vio Dios que era bueno. Dijo Dios: «Cúbrase la tierra de verdor, de hierba verde que engendre semilla, y de árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra». Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno.

Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. Dijo Dios: «Existan lumbreras en el firmamento del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento del cielo, para iluminar sobre la tierra». Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche; y las estrellas. Dios las puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche y para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.

Sal 103,1-2a.5-6.10.12.24.35c

Goce el Señor con sus obras

Bendice, alma mía, al Señor,
¡Dios mío, qué grande eres!
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.

Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano,
y las aguas se posaron sobre las montañas.

De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto.

Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor!

Reflexión de las lecturas hoy   Al principio creó Dios el cielo y la tierra

Estamos ante el Génesis, el primer libro de la Biblia, donde el autor sagrado quiere ofrecernos verdades vitales claves sobre el mundo y el hombre. No pretende darnos un relato científico con todos sus pormenores. Con su lenguaje típico y poético, entre las lecturas de hoy y de mañana, nos asegura que Dios es el Creador del cielo y la tierra, de todos sus habitantes y, por supuesto, del hombre.

Estamos ante el comienzo de la historia de amor de Dios hacia el hombre. Un historia de amor que tendrá su punto más alto en el envío de su propio Hijo hasta nosotros.”Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito”. Jesús, el Hijo de Dios, es el gran regalo de Dios a toda la humanidad. Jesús, nuestro mejor amigo, es para nosotros el que nos señala el camino por donde hemos de caminar, el camino verdadero donde vamos a encontrar el sentido de nuestra vida. Una vida donde vamos a poder disfrutar ya en la tierra, en medio de nuestras limitaciones, de la alegría de vivir, antes que nos conceda después de nuestra muerte y resurrección, gozar de una vida de total felicidad y para siempre.

La historia de amor de Dios con nosotros empieza con nuestra creación y termina en la felicidad plena y para siempre en el cielo.

Le llevaban los enfermos

El evangelio de hoy se sitúa en Genesaret, cuando Jesús ya está de lleno en lo que llamamos su vida pública, cuando Jesús ya ha predicado su buena nueva en diversos lugares y ha curado a bastantes enfermos. Su fama se ha extendido de un lado a otro. Y allí donde va acuden muchos a él para escuchar su palabra y que cure a los enfermos.

En principio, lo que más sobresale es la curación a los enfermos. “En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos”.

Bien sabemos que entonces y ahora Jesús no busca solo la curación de los enfermos de sus dolencias físicas. Busca, ante todo, para que sus oyentes “tengan vida y vida en abundancia”, que acepten su evangelio, su buena noticia, cuyo núcleo está en el reino de Dios. Busca que sus oyentes acepten a Dios como Padre y Rey y Señor de sus vidas. Que le dejen reinar en sus corazones para que guíe todos sus pasos.

De esta manera, nuestro corazón irá al ritmo del corazón de Jesús, y tendremos sus mismos sentimientos y sus mismas actitudes. Es el milagro de la transformación del hombre viejo al hombre nuevo. Cristo nos hace vivir mejor.

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