Jesús dijo al centurión: Ve, y que suceda como has creído y luego sanó a la suegra de Pedro

Jesús dijo al centurión: Ve, y que suceda como has creído y luego sanó a la suegra de Pedro

Evangelio según San Mateo 8,5-17

Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole:  Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente. Jesús le dijo:  Yo mismo iré a curarlo. Pero el centurión respondió: Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: Ve, él va, y a otro: Ven, él viene; y cuando digo a mi sirviente: Tienes que hacer esto, él lo hace.  Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos. en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes. Y Jesús dijo al centurión:  Ve, y que suceda como has creído. Y el sirviente se curó en ese mismo momento.

Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo. Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: El tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades.

Comentario del Evangelio

A los que se asustan con la invitación del papa Francisco a mover el cristianismo a las periferias, él mismo recuerda que Jesús era un hombre de la periferia. Él no pertenecía al primer mundo de entonces. No era de la élite judía. Nació en Belén pero en la periferia, allí donde los pastores guardaban el ganado, no dentro de la ciudad. Y Nazaret, que le dio el nombre, era tan insignificante que es de los pocos lugares de Palestina que no se nombran en el Antiguo Testamento. Galilea no era sólo una tierra de paso, sino el Israel ignorado del tiempo de Jesús. Sin embargo, Jesús hizo de ella el lugar preferencial del anuncio del Reino. Por eso, la periferia está en el ADN cristiano pues nos acerca a su contexto y programa original.

Lecturas del dia

Libro de las Lamentaciones 2,2.10-14.18-19

El Señor devoró sin piedad todas las moradas de Jacob; derribó en su indignación las fortalezas de la hija de Judá; echó por tierra y profanó el reino y sus príncipes. Guímel Están sentados en el suelo, silenciosos, los ancianos de la hija de Sión; se han cubierto la cabeza de polvo, se han vestido con un sayal. Dejan caer su cabeza hasta el suelo las vírgenes de Jerusalén. Caf Mis ojos se deshacen en llanto, me hierven las entrañas; mi bilis se derrama en la tierra por el desastre de la hija de mi pueblo, mientras desfallecen sus niños y pequeños en las plazas de la ciudad. Lámed Ellos preguntan a sus madres: “¿Dónde hay pan y vino?”, mientras caen desfallecidos como heridos de muerte en las plazas de la ciudad, exhalando su espíritu en el regazo de sus madres. Mem ¿A quién podré compararte? ¿A quién te asemejaré, hija de Jerusalén? ¿A quién te igualaré, para poder consolarte, virgen hija de Jerusalén? Porque tu desastre es inmenso como el mar: ¿quién te sanará? Nun Tus profetas te transmitieron visiones falsas e ilusorias. No revelaron tu culpa a fin de cambiar tu suerte, sino que te hicieron vaticinios falsos y engañosos. Sámec ¡Invoca al Señor de corazón, gime, hija de Sión! ¡Deja correr tus lágrimas a raudales, de día y de noche: no te concedas descanso, que no repose la pupila de tus ojos! Cof ¡Levántate, y grita durante la noche, cuando comienza la ronda! ¡Derrama tu corazón como agua ante el rostro del Señor ! ¡Eleva tus manos hacia él, por la vida de tus niños pequeños, que desfallecen de hambre en todas las esquinas! Res

Salmo 74(73),1-2.3-5a.5b-7.20-21

¿Por qué, Señor, nos rechazaste para siempre
y arde tu indignación
contra las ovejas de tu rebaño?
Acuérdate del pueblo que adquiriste

en otro tiempo,
de la tribu que rescataste
para convertirla en tu herencia;
acuérdate de Sión, donde pusiste tu Morada.

Vuelve tus pasos hacia esta ruina completa:
todo lo destruyó el enemigo en el Santuario.
Rugieron tus adversarios
en el lugar de tu asamblea,

pusieron como señales sus propios estandartes.
Alzaron sus hachas
como en la espesura de la selva;
destrozaron de un golpe todos los adornos,

los deshicieron con martillos y machetes;
prendieron fuego a tu Santuario,
profanaron, hasta arrasarla,
la Morada de tu Nombre.

Ten presente tu alianza,
porque todos los rincones del país
están repletos de violencia.
Que el débil no retroceda lleno de confusión,

que el pobre y el oprimido alaben tu Nombre.

Sermón de san Agustín (354-430)   Señor, no soy digno de que entres en mi casa

Cuando tú dices: “Quiero ser feliz”, buscas algo bueno, pero no existe aquí… Cristo, viniendo de otra región, aquí no halló más que lo que abunda aquí: fatigas, dolores, muerte: ve lo que tienes aquí, lo que abunda aquí. Comió contigo de lo que abundaba tu mísera morada. Aquí bebió vinagre, aquí tuvo hiel. He aquí lo que encontró en tu morada.

Pero te invitó a su espléndida mesa, la mesa del cielo, la mesa de los ángeles, en la que él mismo es el pan. (Sl 77,25; Jn 6,34) Al descender y encontrar tales males en tu morada, no sólo no despreció tu mesa, sino que te prometió la suya… ¿Tomó tu mal y te dará su bien? Te lo dará ciertamente. Nos prometió su vida.

Pero más increíble es lo que ha hecho: nos envió por delante su muerte. Como diciendo: “Os invito a mi vida, donde nadie muere, donde la vida es en verdad feliz, donde el alimento no se estropea, donde repara fuerzas, pero no disminuye. Ved a dónde os invito a asistir: a la región de los ángeles, a la amistad con el Padre y el Espíritu Santo, a la cena eterna, a ser hermanos míos; para terminar, a mí mismo. Os invito a mi vida. ¿No queréis creer que os voy a dar mi vida? Recibid en prenda mi muerte”.

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