Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla

Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla

Evangelio según San Marcos 3,1-6

Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: Ven y colócate aquí delante.

Y les dijo: ¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla? Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. El la extendió y su mano quedó curada.

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

Comentario del Evangelio

Cuando la religión coloca la norma, la ley, el derecho sobre la vida, entonces los pobres, los enfermos, las víctimas, los miserables no tienen posibilidad de vivir en dignidad. La novedad de la Buena Nueva es vista y asimilada como un problema grandísimo para los oficiales religiosos de su tiempo. La propuesta de Jesús, desafía los esquemas tenidos por normales y “sagrados”, esto le acarrea problemas serios, persiguiéndolo y eliminándolo con la muerte.

El Evangelio exige colocarse al servicio de la vida, hacer el bien, salvar las vidas de los que están inmersos en la muerte. Si la experiencia de fe no sirve para eso, entonces no es homologable con Jesús de Nazaret.

Lecturas del dia

Carta a los Hebreos 7,1-3.15-17

Hermanos: Melquisedec, que era rey de Salém, sacerdote de Dios, el Altísimo, salió al encuentro de Abraham cuando este volvía de derrotar a los reyes y lo bendijo; y Abraham le entregó la décima parte de todo el botín. el nombre de Melquisedec significa, en primer término, “rey de justicia” y él era, además, rey de Salém, es decir, “rey de paz”. De él no se menciona ni padre ni madre ni antecesores, ni comienzo ni fin de su vida: así, a semejanza del Hijo de Dios, él es sacerdote para siempre.

Y esto se hace más evidente aún, si se tiene en cuenta que este nuevo sacerdote, a semejanza de Melquisedec, se constituye, no según la disposición de una ley meramente humana, sino según el poder de una vida indestructible. De él se ha atestiguado: “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.

Salmo 110(109),1.2.3.4

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos!

Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

Homilía de Melitón de Sardes (¿- c. 195)  Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él

No habéis visto a Dios; no habéis reconocido al Señor; no habéis reconocido que era él, el Primogénito de Dios, aquel que ha sido engendrado antes que la aurora (Sal 109,3) aquel que hace surgir la luz, que ha hecho brillar el día separándolo de las tinieblas, aquel que fijó los fundamentos de la tierra, separando las aguas, desplegando el firmamento…, aquel que creó a los ángeles en el cielo y, fijando sus moradas, aquel que ha modelado al hombre sobre la tierra.

El escogió a Israel, lo condujo de Adán a Noé, de Noé a Abrahán, de Abrahán a Isaac y Jacob y a los doce patriarcas. Él condujo a vuestros padres a Egipto, cuidando de ellos, protegiéndolos y alimentándolos. El los iluminó por una columna de fuego y una nube espesa, que partió el mar rojo y los hizo pasar a pie enjuto. El los alimentó con el maná del cielo, les dio a beber agua de la roca, les dio la Ley y la tierra prometida, les envió a los profetas y les dio reyes. El es el que ha venido hasta vosotros, curando a los que sufren, resucitando a los muertos… Es él que vosotros queréis matar, a quien entregáis por un precio de monedas…

¿Habéis reconocido los beneficios que él os ha mostrado?… Reconoced ahora que ha restablecido la mano atrofiada. Reconoced a los ciegos de nacimiento que han sido iluminados por su palabra. Reconoced a los muertos que él ha hecho levantar de la tumba después de tres o cuatro días. Sus dones para con vosotros no tienen ponderación. Y vosotros…, le habéis pagado con males los bienes, con aflicción la alegría y con muerte la vida que él os trae.

 

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