Denles ustedes de comer

Denles ustedes de comer

Evangelio según San Lucas 9,11b-17

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto. El les respondió: Denles de comer ustedes mismos. Pero ellos dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: Háganlos sentar en grupos de cincuenta. Y ellos hicieron sentar a todos.

Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.

C omentario del Evangelio

La acogida de Jesús manifiesta la conexión íntima entre la escucha y la curación; la Palabra cura el mal radical que es la mentira, resucita y admite al banquete de la vida; es la acogida previa a la celebración eucarística. La fraternidad del pan y del banquete mesiánico es la mayor astucia de Dios; para ser deseado por el hombre, se hizo alimento, nuestra necesidad primaria. El que ama quiere ser deseado, por eso, después de haberse hecho Palabra, necesidad del hombre espiritual, se hizo también alimento, necesidad del hombre animal. Mediante el alimento nos asimilamos a Él, que se convierte así en nuestra vida.

Lcturas del día

Libro de Génesis 14,18-20

Melquisedec, rey de Salém, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y bendijo a Abrám, diciendo: “¡Bendito sea Abrám de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!”. Y Abrám le dio el diezmo de todo.

Salmo 110(109),1-4

Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos!
Tú eres príncipe desde tu nacimiento,

con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»
El Señor lo ha jurado y no se retractará:

«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

Carta I de San Pablo a los Corintios 11,23-26

Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.

Comentario de santo Tomás de Aquino (1225-1274)  El pan de los ángeles, el pan del hombre en camino, el verdadero pan de los hijos de Dios

Dios todopoderoso y eterno, heme aquí, acercándome al sacramento de vuestro Hijo único, nuestro Señor Jesucristo. Enfermo como estoy, vengo al médico de quien depende mi vida; sucio, a la fuente de la misericordia; ciego, al hogar de la luz eterna; pobre y desprovisto de todo, al dueño del cielo y de la tierra. Imploro, pues, tu misericordia, tu inagotable generosidad, a fin de que te dignes curar mis enfermedades, lavar mis suciedades, iluminar mi ceguera, cubrir mi desnudez; y que así pueda yo recibir el pan de los ángeles (sl 77,25), al Rey de reyes, al Señor de los señores (1Tm 6,15), con toda reverencia y humildad, toda mi contrición y devoción, toda la pureza de mi fe, toda la firmeza de mis propósitos y la rectitud de intención que requiere la salvación de mi alma.

Dame, te lo ruego, no recibir simplemente el sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre, sino toda la fuerza y eficacia del sacramento. Oh Dios, lleno de dulzura, concédeme recibir de tal modo el Cuerpo de tu Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, este cuerpo material que él recibió de la Virgen María, que merezca ser incorporado a su Cuerpo místico y contado entre sus miembros.

Padre lleno de amor, concédeme que este Hijo muy amado que me preparo a recibir ahora bajo el velo que conviene a mi estado de viajero, pueda un día contemplar a cara descubierta y por la eternidad, a él que, siendo Dios, vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

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