Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante EL

Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante EL

Evangelio según san Marcos 3,7-12

En aquel tiempo, Jesús se retira con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.

Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:

«Tú eres el Hijo de Dios».

Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Comentario

El Padre, a través del Espíritu Santo, atrae a las personas hacia Jesús. Ésta es la verdad, ésta es la realidad que cada uno de nosotros siente cuando se acerca a Jesús. Los espíritus impuros tratan de impedírnoslo, nos hacen la guerra. Una vida cristiana sin tentaciones no es cristiana: es ideológica, es gnóstica, pero no es cristiana. Cuando el Padre atrae a la gente hacia Jesús, hay otro que rema contra ti y hace la guerra dentro de ti. […] Pensemos en cómo es nuestro corazón: ¿siento en mi corazón esta lucha entre la comodidad o el servicio a los demás, entre divertirme un poco o rezar y adorar al Padre? Entre una cosa y otra, ¿siento la lucha entre el deseo de hacer el bien o algo que me detiene? ¿Creo que mi vida mueve el corazón de Jesús? Si no creo esto, tengo que orar mucho para creerlo, para que me sea concedida esta gracia. […] Y pidamos al Señor que seamos cristianos que sepan discernir lo que sucede en el propio corazón y elegir bien el camino por el que el Padre nos lleva hacia Jesús.

Lecturas del día

Lectura de la carta a los Hebreos 7, 25—8, 6

Hermanos:

Jesús puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.

Él es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo. Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.

Este es el punto capital de lo que estamos diciendo: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo. Él es el ministro del Santuario y de la verdadera Morada, erigida no por un hombre, sino por el Señor.

Ahora bien, todo Sumo Sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; de ahí la necesidad de que tenga algo que ofrecer. Si Jesús estuviera en la tierra, no podría ser sacerdote, porque ya hay aquí otros sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la Ley. Pero el culto que ellos celebran es una imagen y una sombra de las realidades celestiales, como Dios advirtió a Moisés cuando éste iba a construir la Morada, diciéndole: “Tienes que hacerlo todo conforme al modelo que te fue mostrado en la montaña”.

Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.

Salmo 39,7-8a.8b-9.10.17

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

«—Como está escrito en mi libro—
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean tu salvación. R/.

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