El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí

El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa”.

Comentario del Texto

El Salvador no está solo en el camino de la cruz y no solo hay enemigos que le acosan, sino también hay hombres que le apoyan. Como modelo de los seguidores de la cruz de todos los tiempos tenemos a la Madre de Dios. Como tipo de aquellos que asumen el peso del sufrimiento impuesto y soportándolo reciben su bendición, tenemos a Simón de Cirene. Como representante de aquellos que aman y se sienten impulsados a servir al Señor está Verónica. Cualquiera que a lo largo del tiempo haya aceptado un duro destino en memoria del Salvador sufriente, o haya asumido libremente sobre sí la expiación del pecado, ha expiado algo del inmenso peso de la culpa de la humanidad y ha ayudado con ello al Señor a llevar esta carga. Mejor dicho, es Cristo-Cabeza quien expía el pecado en estos miembros de su cuerpo místico que se ponen a disposición de su obra de redención en cuerpo y alma.

Lecturas del dia

Segundo Libro de los Reyes 4,8-11.14-16a

Un día, Eliseo pasó por Sunám. Había allí una mujer pudiente, que le insistió para que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, él iba a comer allí. Ella dijo a su marido: “Mira, me he dado cuenta de que ese que pasa siempre por nuestra casa es un santo hombre de Dios. Vamos a construirle una pequeña habitación en la terraza; le pondremos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así, cuando él venga, tendrá donde alojarse”.

Un día Eliseo llegó por allí, se retiró a la habitación de arriba y se acostó. Pero Eliseo insistió: “Entonces, ¿qué se puede hacer por ella?”. Guejazí respondió: “Lamentablemente, no tiene un hijo y su marido es viejo”. “Llámala”, dijo Eliseo. Cuando la llamó, ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: “El año próximo, para esta misma época, tendrás un hijo en tus brazos”. Ella exclamó: “No, señor, por favor; tú eres un hombre de Dios, no engañes a tu servidora”.

Salmo 89(88),2-3.16-17.18-19

Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,

mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte!
Ellos caminarán a la luz de tu rostro;
se alegrarán sin cesar en tu Nombre,

serán exaltados a causa de tu justicia.
Porque tú eres su gloria y su fuerza;
con tu favor, acrecientas nuestro poder.
Sí, el Señor es nuestro escudo,

el Santo de Israel es realmente nuestro rey.

Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-4.8-11

Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.

Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Comentario del Evangelio

El Evangelio de hoy es para nosotros difícil de entender, porque no está diciendo que la Fe en Cristo debe de estar por encima de todo. Nos pide que dejemos de lado todo aquello que nos separa del amor a Dios, sea nuestra familia o amigos.

Hoy resurgen ídolos antiguos o surgen nuevos y nos apartamos de nuestra fe; siguiendo caminos que la mayoría de las veces nos esclavizan y anulan como persona.

Para Jesús la familia nunca debe ser limitante, sino abierta, porque para Jesús la familia debe ser constructiva, acogedora, trabajadora por el bién común. Cuando la familia de sangre no nos permite trabajar por el Reino de Dios, debemos romper con ella. Para Jesús es más importante la gran familia que todos debemos formar, aunque no sea sanguínea.

Pensemos con tranquilidad: ¿nos sentimos libre para defender y vivir el proyecto que Jesús quiere de nosotros? o ¿por el contrario estamos atados?

Un desafío importante nos plantea hoy el Evangelio, sólo nosotros tenemos la respuesta.

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